Si el mes de junio remató con nuestro arzobispo recibiendo del Papa el palio, en este mes de julio el Papa nos envía, un nuevo mensaje cariñoso, con motivo de las celebraciones del primer centenario del Real Club Celta de Vigo.
El mensaje, no tiene desperdicio y nos invita a ser creativos para seguir defendiendo nuestras “banderas”.
El mensaje se centra en que nuestra tierra siempre ha estado conformada por la apertura sana al peregrino y la audacia propia de quienes dejando el hogar y cruzando el mar y se dirigen a la sana aventura de “lanzarse a afrontar las más altas empresas” sean proyectos más personales o imitando a “nuestro” Santiago se centren en anunciar el evangelio y hacerlo hasta dar la vida.
El Papa recalca mucho que podemos estar orgullosos de “defender nuestros colores”, porque nuestra bandera, como la del Celta o la de Argentina son los colores de la Virgen Inmaculada. Al igual que esos colores, Galicia y América están unidas por un sinfín de vidas entrelazadas, y dice el Papa que este trasiego de personas que cruzan el océano hacen que “el corazón de la humanidad” esté conformado “por todos esos pedazos que quedándose y yéndose nos recuerdan en lo más íntimo que estamos todos unidos”
Lo segundo que resalta el Papa de nuestra tierra, es que el Celta ha puesto en su bandera la cruz de Santiago, Cruz que para el Papa implica que disponemos de un “estandarte de victoria en la batalla de la vida”. La importancia de este símbolo está en que esa cruz “al recordar su patria gallega, la vincula con Europa y, en ella, a toda la cristiandad, que desde tiempo inmemorial peregrina tras las huellas del primer Apóstol que derramó su sangre por Cristo”. Esa cruz nos hace recordar que somos tierra de acogida “que no se cierra al hermano que llega como peregrino” y que somos tierra de gente capaz de “dejarlo todo para lanzarse a afrontar las más altas empresas”.
Para finalizar el Papa baja a lo personal y dice “vuestras armas, como la cruz de Santiago que los preside, son esos pequeños gestos a los que a veces no damos importancia; es vencer desde la humildad, trabajar en equipo sin confiarse en las propias fuerzas, comprendiendo que la victoria es de todos” y el Papa se detiene a describir algunos de esos gestos; la entrega con generosidad, sin ahorrar esfuerzos, sabiendo que sacrificarse por el otro cuando es necesario; la confrontación sana con otros para mejorar, aprender, para ponernos a prueba y aquilatar nuestro “juego”.
Para acabar y no menos importante, el Papa nos recuerda lo que el llama la dimensión amateur, es decir la pasión de los primeros tiempos. En la vida, es siempre una buenísima brújula el regresar una y otra vez a la ilusión y la inocencia del principio.
María Puy