LA ENTRETELA: La interacción en las Redes Sociales sobre la reflexión del Dicasterio de la Comunicación

Tras la lectura de la reflexión realizada por el Dicasterio de comunicación sobre las redes sociales es interesante detenerse en los siguientes aspectos, partiendo de la definición de las redes como “foro en el que se configuran nuestros valores, creencias, lenguaje y supuestos de la vida cotidiana”. Este comentario tratará de ver la propuesta cristiana de uso.

Destacándose de toda la lectura tres puntos; cómo actuar; la importancia de recordar que somos una comunidad y cómo la gente nos va a ver como la representación de esa comunidad en la red; la importancia de tener claro y distinguir aquello que las redes nos permiten, de aquello otro que sólo podemos vivir carnalmente siendo cristiano.

  1. Cómo actuar, o cómo utilizar nuestra personal “influencia” en las redes sociales. En este punto se recuerda la necesidad de reflexionar sobre aquello que se vaya a expresar para fomentar la unidad y, no las disputas estériles. También se invita a ser activo para buscar juntos el bien. Se aconseja testimoniar y no “vender” un producto, porque el objetivo, como seguidores de Cristo, es hacer lo que Él ya ha hecho que “no fue incrementar su público, sino revelar el amor del Padre para que las personas, todas las personas, tuvieran vida y la tuvieran en abundancia (cfr. Jn 10,10).”, en definitiva, que la vida que hemos recibido mediante los sacramentos y que actúa en nosotros nos permita un encuentro lleno de misericordia. El documento incide en que cada persona, cada una, es una influente, a un nivel u otro, y para bien o para mal.
  2. Somos comunidad, es decir somos una “compartición común de la verdad, junto con un sentido de pertenencia, reciprocidad y solidaridad, en las diferentes esferas de la vida social” y no debemos perder de vista la influencia que va a tener lo que decimos sobre la comunidad entera. Por eso es importante conocer a los que integraron esta comunidad antes que nosotros. Así, hay varias epístolas en las que se ven que la comunicación se puede usar como prolongación del encuentro o como espera de ese encuentro. En el primer caso están las epístolas paulinas, que sirven para prolongar la presencia de Pablo en la vida de sus comunidades, procediendo a interconectar las mismas a través de sus escritos (I Tes 2,17; 1 Cor 5, 3 o Col 4, 15-16). San Juan, por su parte, termina dos de sus cartas diciendo que hay muchas otras cosas que decirles, pero que no lo hará por carta “porque espero ir a verlos para hablar con ustedes cara a cara, a fin de que nuestra alegría sea completa” (2 Jn 12)”. Esto implica que lo importante es ser comunidad y no podemos irnos por nuestra cuenta sino que es importante mostrar en las redes “el rostro sinodal de la Iglesia”.
  3. ¿Las redes lo permiten todo? La respuesta es claramente no. Y el documento lo expresa así “No se puede compartir una comida a través de la pantalla. Todos nuestros sentidos están activos cuando compartimos una comida: el gusto y el olfato, las miradas atentas a los rostros de los comensales mientras se escucha la conversación que se crea en la mesa. Compartir una comida en la mesa es nuestra primera lección de educación en la atención a los demás, y favorece las relaciones entre familiares, vecinos, amigos y colegas”.Por ello, debemos siempre tener presente que“nuestra relación con Dios debe alimentarse también de la oración y la vida sacramental de la Iglesia, que por su misma esencia nunca pueden reducirse simplemente a la esfera digital

En definitiva, las redes sociales sirven para reunir personas, que si son tratadas como personas serán nuestro prójimo.

Por ultimo, es importante destacar la reflexión que hace el documento sobre necesidad de atención a la Iglesia doméstica, expresada así “La emergencia de la cultura digital y la experiencia de la pandemia han puesto de manifiesto hasta qué punto nuestras iniciativas pastorales han prestado poca atención a la “Iglesia doméstica”, la Iglesia que se reúne en los hogares y en torno a la mesa. En este sentido, necesitamos redescubrir el vínculo entre la liturgia que se celebra en nuestras iglesias y la celebración del Señor con los gestos, las palabras y las oraciones en el hogar familiar. Dicho de otro modo, necesitamos reconstruir el puente entre nuestras mesas familiares y el altar, en el que somos alimentados espiritualmente, a través de la recepción de la Sagrada Eucaristía, y confirmados en nuestra comunión de creyentes.”

Se está ante un documento intenso que permite pararse a reflexionar sobre cómo nos expresamos y el poder transformador de la comunicación cristiana bien hecha.

 

María Puy Fraga