Llegó el primer sábado de septiembre, y con él la gran fiesta que, año tras año desde hace muchos, congrega a miles de romeros en Vitre (Frades) para honrar a Nuestra Señora de las Virtudes.
A largo de ocho días, a las 9 de la tarde, acudieron fielmente una treintena de devotos a la parroquia de Vitre para prepararse espiritualmente para la fiesta: oración a María y celebración cantada de la Eucaristía cada día.
Vivan en la actualidad en la parroquia o no, lugareños y allegados procuran no faltar a la cita. Algunos mayores recorren casi dos horas de coche, entre ida y vuelta, para asistir a la novena. ¡Qué gran ejemplo! Desde niños han conservado el patrimonio religioso y la tradición, han conservado la fe y la siguen transmitiendo a las generaciones más jóvenes.
El noveno día, andando en procesión si el tiempo lo permite, se traslada la imagen de María desde la iglesia parroquial hasta la Capilla y se celebra la Eucaristía a las 10 de la noche. Este año los cielos se abrieron y tanta agua regalaron que la imagen de la Virgen tuvo que ir a la capilla en coche. Ello no impidió que sus hijos se congregaran, junto a ella y a su Hijo, y celebraran una hermosa Eucaristía.
El sábado, el cielo dio tregua y los romeros disfrutaron del gran día de fiesta, de encuentro eclesial y familiar, en torno a Nuestra Señora de las Virtudes de Vitre. No faltaron las Eucaristías celebradas cada hora, la procesión y la comida de fraternidad en el campo.
Sin duda alguna, para un cristiano decir María es decir Virtud. Celebrar esta fiesta compromete, públicamente, a evitar el pecado y a ser, como la Virgen, personas virtuosas.
Que María, Nuestra Señora de las Virtudes nos lleve de su mano para ser personas de fe viva, de obediencia confiada a Dios, de humildad profunda, de oración, de servicio desapercibido y gratuito, de paciencia infinita, de ternura, de caridad, de esperanza.