La 1ª lectura de la Misa de hoy, procedente del libro de Isaías, recoge la palabra de Dios pronunciada por el profeta. El Señor responde a las quejas de los creyentes que ayunan para pedir algunas gracias que desean alcanzar. Les dice el Señor que, cuando no obtienen respuesta, es que aprovechan el ayuno para pedirle ayuda a Dios a la vez que oprimen al prójimo. Manifiesta el Señor que, si parten su pan con el hambriento y albergan al pobre sin abrigo, resplandecerá su luz como la aurora; y, si acuden al Señor, este les responderá. El resplandor de su luz en la tiniebla, será semejante al resplandor del sol al mediodía.
La lectura de la 1ª Carta de San Pablo a los Corintios, es un reconocimiento del Apóstol de que no destaca por su elocuencia. Precisamente nunca presumió de saber y vivir algo que no sea Cristo crucificado. No ha sido nunca su fuerte la sabiduría humana, sino más bien todo lo que tuviera que ver con el Espíritu del Señor. De ese modo, la vida de los creyentes tendrá su apoyo en el poder de Dios, más bien que en la sabiduría terrena.
En el Evangelio de hoy, San Mateo transmite algunas de las palabras que Jesús pronunció en el Sermón del Monte. Pide el Señor a sus discípulos que sean sal de la tierra y luz del mundo. Habrán de estar atentos, porque, si la sal se desvirtúa, no habrá con qué salarla, y no servirá sino para tirar con ella. Así sucederá con sus discípulos, si no son como la sal que da sabor al mundo. También les dice que, si sus obras constituyen un ejemplo para los demás, les harán mucho bien: de ahí que desee que su luz alumbre de tal modo, que, viendo que sus obras son buenas, den gloria al Padre celestial.
José Fernández Lago