- Patrimonio religioso | La cofradía de Nuestra Señora de la Asunción de Cereo y la del Santísimo Sacramento de Traba tienen los libros más antiguos del municipio
Una cofradía, según el diccionario de la Real Academia Española, puede definirse como una congregación o hermandad que forman algunos devotos, con autorización competente, para ejercitarse en obras de piedad. Estas asociaciones fueron un instrumento desarrollado por el Concilio de Trento, celebrado entre 1545 a 1563, no solo con el fin de hacer apostolado y consolidar una devoción, sino también para lograr la conversión de los asociados, mediante la participación en los cultos estipulados por sus estatutos y el aprovechamiento de las indulgencias.
A partir de los libros parroquiales y de otras noticias indirectas, en las quince parroquias de Coristanco llegaron a existir un total de 42 cofradías, de las cuales 15 tenían por titular al Santísimo Sacramento, otras quince a la Virgen María en alguna de sus advocaciones (del Rosario, del Carmen, de los Dolores, etcétera) y las 12 restantes estaban bajo el patronazgo de una figura del santoral (por ejemplo san Roque en Traba y Castro, san Gregorio en Coristanco, san Blas en Oca…).
La cofradía de Nuestra Señora de la Asunción de Cereo y la del Santísimo Sacramento de Traba tienen los libros más antiguos del municipio, de 1591 y 1605, respectivamente. Los cofrades, mediante el pago de una cuota anual, sostenían la veneración de su advocación titular, participaban de un banquete de confraternidad el día de la fiesta y se aseguraban misas en sufragio por sus almas luego de la muerte. Cada cofradía tenía y tiene sus propios libros de administración. Por un lado, se anotaba el número de asociados y sus datos personales, por otro, contienen la misma estructura que un libro de fábrica, con ingresos y gastos rendidos de forma anual por un cofrade, llamado mayordomo.
Datos de especial interés
Por ejemplo, en el libro de la cofradía de san Adrián de Verdes (1625-1768), en el año 1746, se gastan 8 reales en el músico para la función, 28 reales para los sacerdotes que participaron en la misa cantada, 128 por dos vacas para consumir en la comida de la cofradía, 99 reales por el vino para el banquete, 24 reales en varias misas a lo largo del año, cera, incienso, etcétera. Esta documentación, aparte de mostrar los descargos de dinero relacionado con las festividades y el culto, ofrece algunos datos de especial interés desde el punto de vista histórico-artístico: las cofradías financiarán la adquisición de imágenes o piezas de orfebrería para sus propias funciones y, de la misma manera, sus caudales serán tomados de forma puntual para apoyar económicamente a los gastos de la fábrica parroquial. Por ejemplo, la cofradía del Santísimo Sacramento de Oca en 1777 aportó 6.000 reales para la construcción del nuevo campanario y, al año siguiente, volvió a proporcionar 1.000 reales para la hechura de la campana mayor.
Las más potentes tenían capillas particulares
Las cofradías más potentes llegaron a levantar desde los cimientos capillas particulares para tener sus propios cultos o tenían su sede en alguna ermita que sostenían dentro del mapa parroquial. En Seavia, la capilla de santa Ana de A Rabadeira vino procedente de la soledad de un monte próximo, trasladada en el siglo pasado por el párroco Santiago Abuelo Lado. Allí debió de tener su emplazamiento la cofradía de la santa, de la cual tenemos noticias desde mediados del XVII.
Esta ermita, que recibía la visita anual de múltiples romeros, tenía un hospital anexo para dar acogida a los devotos, una casa para el ermitaño y un cubierto donde poder tener la comida de confraternidad. La mayoría de estas hermandades se extinguieron después del Concilio Vaticano II; en la zona solo se mantiene la del Carmen de Sísamo, desde 1772, con más de 300 cofrades asociados. Lo que llegó a nuestros días fue la devoción a los santos titulares que tenían estas entidades, que terminaron por convertirse en las romerías y fiestas que celebra cada parroquia, algunas de especial relevancia como san Antonio de Agualada o san Adrián de Verdes, o de nivel más local como santa Margarida de Cuns o santa Ana de A Rabadeira.