El anochecer del sábado santo nos situaba en el horizonte nuevo de la Resurrección de Cristo, descubriendo el triunfo de la vida sobre la muerte, del gozo sobre el dolor y del bien sobre los poderes opresores de este mundo. Mensaje esperanzador es anunciar que Dios se hace presente en nuestra historia y hace suya la causa del ser humano en medio de las guerras, violencias e injusticias.
El amor de Dios en Cristo Resucitado nos hace cercanos, su verdad nos hace libres, la libertad nos dignifica y la justicia nos fortalece, en un mundo llamado a transformarse conforme a los planes de Dios. No son palabras sin contenido. Los cristianos como los apóstoles, llenos de alegría, hemos de decir: “Hemos visto al Señor” que se manifiesta en el rostro del ser humano incomprendido, perseguido, marginado, enfermo y pobre material o espiritualmente. Él nos precede en la Galilea de nuestros afanes, dudas e inquietudes. Nos acompaña en el camino de la historia, peregrinando a nuestro lado como hizo con los discípulos de Emaús.
También hoy se nos llama a volver a la comunidad eclesial, a testimoniar el gozo pascual, a buscar los bienes de allá arriba y a despojarnos “de la vieja levadura para ser nueva masa” con la que hemos de hacer el pan de la nueva civilización del amor, siendo testigos de nuestra condición de hijos de Dios y de hermanos los unos de los otros. ¡No busquemos al Señor en los dominios de la muerte! Los cristianos no vivimos de ensoñaciones ni de rituales o tradiciones estériles: vivimos de la fuerza dinamizadora de la resurrección de Cristo, sello de su autenticidad divina y de la verdad de su causa, que confirma nuestra fe y da sentido a nuestra vida. ¡Cristo resucitado es nuestra esperanza!
Vivir el dinamismo de la Pascua es mirar cada mañana con ojos nuevos el mundo, descubrir cada día en nuestros hermanos los rasgos de Jesús, y no quedarnos ensimismados en nuestro pasado, llorando sobre nuestras ruinas o lamentando nuestro desánimo. Como dice el papa Francisco, “la dinámica de los cristianos no es retener con nostalgia el pasado, sino acceder a la memoria eterna del Padre, y esto es posible viviendo una vida de caridad”. “No temáis”, “alegraos”, “id y anunciad”.
A todos os deseo la alegría incontenible del encuentro con el Señor resucitado. ¡Feliz Pascua de Resurrección del Señor!
+ Julián Barrio Barrio,
Administrador Apostólico