Momento Blanco, en Cope: El regreso

A Louis Zamperini se le consideraba como un “bala perdida”. Y lo peor de todo: él también lo creía. Su familia, emigrantes italianos en Estados Unidos, vivía las dificultades de recomenzar en patria ajena. Su madre rezaba desesperada por él. Su hermano Pete no se rindió. Lo llevó a al club de atletismo y logró convertirlo en un “figura”. Fue seleccionado por el equipo olímpico estadounidense para los Juegos de Berlín en 1936.

Zamperini no obtuvo los laureles del famoso Jesse Owens. Quedó octavo en 5000 metros, pero gracias a una técnica muy depurada, batió la marca de la vuelta más rápida. Adolf Hitler, en persona, fue a saludarlo impresionado. En la Segunda Guerra Mundial lo destinaron al Pacífico. Durante un reconocimiento, su avión cayó al mar. Tras 47 días a la deriva fue capturado y maltratado en un campo japonés de prisioneros.

Dado por muerto entre los suyos, humillado por sus captores… Se necesita una gran fortaleza psicológica, física y espiritual para no venirse abajo. El italiano “volador” la había adquirido con disciplina, constancia, fe y tesón. Eso había cambiado su vida. ¿El final? Feliz: regresó a casa, se reconcilió en Japón años después con muchos de sus captores y, en 1998, portó con emoción la antorcha olímpica por el País del Sol Naciente.

El regreso a casa de alguien tan “castigado” por la vida, no resulta fácil. Acogida. Integración… Las personas cambian. Sólo el amor es capaz de reparar las grietas, purificar lo torcido y generar nuevas oportunidades.

Manuel Ángel Blanco
(Cope, 16 de noviembre 2018)