Momento Blanco en Cope: enredados

Se cuenta que en  una parroquia tenían Misa todas las tardes. Un gato comenzó a entrar en la Iglesia y molestaba con sus andanzas y correrías, hurgando entre  los bancos, con hambre, antipático, arqueándose al acariciar las  piernas  de la feligresía. Ni siquiera tenía pedigrí. Cualquier ruido o movimiento a su alrededor le servía para enredar. Ni él mismo imaginó que la hipersensibilidad de la gente sería su mayor aliada.

Unas señoras acordaron turnarse para traerle de comer en una bandejita. Un carpintero mañoso discurrió construirle un cajón con techo para que no se mojase con la lluvia. Los niños venían a jugar con él, si se dejaba; en caso contrario, se contentaban con hacerle carantoñas. Con tanto mimo, sus incursiones en Misa iban de mal en peor. Se decidió atarlo en la puerta de la Iglesia un cuarto de hora antes de Misa.

Los feligreses se habituaron. En la parroquia había grupos de Catequesis, Biblia, Liturgia, Cáritas, Economía, etc. Y, además, el sacristán adquirió el compromiso (entre otros mil), de atar el gato 15 minutos antes de la Eucaristía. Hubo cambio de párroco. Al nuevo, le explicaron esta costumbre, que había de ser tenida en cuenta entre las tradiciones locales. Un día falleció el gato. Tristeza por la pérdida. Se abría una oportunidad para eso que denominaban los antiguos: “un ansia menos”. En cambio, ¿cómo lo arreglaron? Compraron otro gato…

Desear algo con pasión y no tenerlo constituye una desgracia. Y existe otra mayor: desear algo con pasión y tenerlo. Cuidado con las redes.

Manuel Ángel Blanco
(Cope, 8 de febrero de 2019)