El confinamiento limita el cuerpo. Como una cárcel de salud que reduce el movimiento, el contacto físico y la libre circulación. Pero mente, corazón y espíritu no se pueden encerrar. De hecho, es imprescindible que permanezcan libres y en activo. La mente para pensar. El corazón para amar y el espíritu para resucitar a otra vida, empezando una historia nueva. Tres elementos se van grabando a fuego, además de la humildad: el primero, nuestros mayores: ideando siempre el mejor modo de cuidarlos.
El segundo, la libertad. Se avecinan tiempos en los que habrá que mezclar muy bien la necesidad de cuidarnos y protegernos sanitariamente. Pero en el otro lado de la balanza, han de subsistir: la libertad de expresión, el derecho a la intimidad, la libertad religiosa o el pensamiento libre y respetuoso. Para evitar: vecinos que se denuncian unos a otros, Misas prudentes desalojadas u obligatoriedad de manifestar tus ideas políticas en público. Se necesita sentido común, amparo legal y no imponer credos.
El tercer punto es la verdad. La abundancia de noticias falsas lleva a la necesidad de contrastar muy bien la información y construirse opiniones con espíritu crítico y moderación. Es mejor recibir datos y pensar que recibir el pienso y comer datos. Podríamos condensar las ideas expuestas con aquel diálogo: “Fulanita, deberías dejar de fumar”. “Pues mi abuelo vivió 95 años”. “¿Fumando?” “No, si meterse en la vida de los demás”.
Manuel Á. Blanco