El arzobispo de Santiago, mons. Julián Barrio, presidió este sábado el centenario de la colocación de la primera piedra de la Grande Obra de Atocha en el barrio coruñés del mismo nombre, que por aquel entonces era una zona marginal de la ciudad.
El equipo directivo quiso celebrar estos primeros cien años citando a todos los alumnos y exalumnos, con los que se repasó la larga trayectoria de un centro que fue el origen de todos los que posteriormente levantó el entusiasmo evangelizador del Venerable Baltasar Pardal.
El acto central fue una eucaristía presidida por mons. Barrio, que en su homilía recordó los inicios casi heroicos de esta emblemática institución, incluido el emotivo discurso que en aquel lejano día pronunciaba la niña Carmen Gutiérrez, las dificultades y cómo “el sueño se fue convirtiendo en realidad conjugando los esfuerzos personales con la providencia divina”.
Mons Barrio destacó también que “conocer a Dios es unir la fe con las obras”. En este sentido, recordó que la espiritualidad de la Grande Obra no es un mero activismo naturalista. Es preciso unir acción y oración. De ahí que la obra del padre Pardal sea un fruto del amor y de la misericordia, “amor de servicio humilde que cuida de los pequeños y los débiles. Amor de entrega de quien pierde su vida al servicio de los demás, sabiendo que cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios”.