Mons. Francisco Prieto: “Procuremos ser testigos al servicio de la vida, entendida como don de Dios y como tarea humana”

  • El arzobispo recuerda en la Fiesta de la Traslación del Apóstol que “los cristianos tenemos aquí una responsabilidad única: ser testigos de la paternidad de Dios y de la fraternidad de Cristo””
  • Mons. Prieto afirmó que “tenemos en las manos, y en el corazón y en la vida, una tarea irrenunciable e inexcusable: hacer de la fraternidad el sustantivo constituyente de la vida humana”

El arzobispo de Santiago, mons. Francisco José Prieto Fernández, presidió esta mañana la tradicional fiesta de la Traslación del Apóstol Santiago, que se celebra cada 30 de diciembre en la Catedral compostelana, una tradición instaurada por Felipe V en el año 1646. En esta ocasión la Ofrenda Nacional correspondió al presidente del parlamento gallego, Miguel Santalices, quien actuó como Delegado Regio.

En su homilía, mons. Prieto afirmó que los cristianos tienen una responsabilidad única: “ser testigos de la paternidad de Dios y de la fraternidad de Cristo. Tenemos que mostrar en concreto que ambas son capaces de engendrar vida y compañía, cercanía y esperanza en los que se ven arrinconados en la soledad, desvalidos en su orfandad y errantes en esa terrible tierra de nadie que es la marginalidad, escenario de un drama del que todos somos actores, mucho más que espectadores”.

En este sentido, el arzobispo hizo una invitación a ser testigos al servicio de la vida, entendida como don de Dios y como tarea humana, promotores de una cultura de la dignidad del hombre y de todo hombre: “Debemos desarrollar todo lo que significa “cualidad” de la persona en cuanto individuo original, diferenciado de los demás seres, capaz de amor y libertad responsable, y llamado a crecer en la convivencia y el diálogo social”. Y añadió “Tenemos en las manos, y en el corazón y en la vida, una tarea irrenunciable e inexcusable: hacer de la fraternidad el sustantivo constituyente de la vida humana y, por supuesto, del ser y hacer del cristiano, de la Iglesia en medio de la sociedad”.

Refiriéndose a Santiago de Compostela, como meta de los caminos que conducen a la tumba de uno de los Zebedeos, Santiago el Mayor, mons. Prieto indicó que cada ruta que conduce a los peregrinos hasta el sepulcro del Apóstol “expresa también la búsqueda de itinerarios comunes, sin ningún atajo y sin ninguna distracción o dispersión, en el cual la escucha pasa a ser primordial a pesar de las diferencias”.

El prelado compostelano finalizó su homilía poniendo sobre el Altar a todos los pueblos del mundo, “especialmente os que seguen sufrindo o drama da guerra, da fame que tantos exilios forzados provoca; a todos os pobos e xentes de España, da nosa querida Galicia, ás nosas familias, que sigan sendo, nestes momentos de crises e incerteza, berce da vida e da fe, onde todos, especialmente os nosos nenos e anciáns, sexan coidados, queridos e consolados”. Y pidió por aquellas personas que ejercen responsabilidades públicas: “para que adiquen os seus mellores esforzos ás esixencias do ben común e ao empeño por construír unha sociedade en paz, cimentada na verdade, a xustiza e a liberdade, onde servir sexa sempre o horizonte da responsabilidade social, por riba das lexítimas diferencias políticas”.

Concelebraron con monseñor Francisco Prieto, el cardenal arzobispo emérito de Madrid, mons. Antonio María Rouco Varela; el arzobispo emérito de Santiago de Compostela, mons. Julián Barrio; el arzobispo emérito de Tánger, mons. Santiago Agrelo Martínez; el Obispo de Tui-Vigo, mons. Luis Quinteiro Fiuza; y el Obispo de Lugo, mons. Alfonso Carrasco.