Monseñor Barrio invita a ver en la Cuaresma “una oportunidad de gracia” para crecer como creyentes

  • Carta Pastoral del arzobispo, quien presidirá este Miércoles de Ceniza la Eucaristía de inicio cuaresmal en la Iglesia de Salomé

El arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, invita a todos los diocesanos a iniciar el camino de la Pascua, reconociendo que el tiempo litúrgico de Cuaresma “es una oportunidad de gracia que se nos concede para ir avanzando en ese proceso de configurarnos con Cristo”. Con la celebración del Miércoles de Ceniza se da comienzo a este tiempo fuerte, caracterizado por la llamada a la conversión a través de la oración, el ayuno y la penitencia. El arzobispo compostelano presidirá este próximo miércoles, a las 20:00 horas, en la Iglesia de Santa María Salomé la solemne Eucaristía en la que se impondrá la ceniza a los fieles. Ese mismo día, la agenda de monseñor Barrio incluye un retiro con imposición de la ceniza en la Vicaría de Pontevedra. El arzobispo dirigirá sendos retiros los días 7 y 8 en las vicarías de Santiago y A Coruña, respectivamente.

Monseñor Barrio pide reflexionar a los diocesanos sobre la realidad misteriosa del pecado, que ha quebrado la armonía querida desde el principio por el Creador. “El pecado”, recuerda el arzobispo, “nos lleva a ese afán de dominio y de posesión creyéndonos dueños y señores cuando sólo se nos ha encomendado la misión de ser administradores de la realidad creada. Rompe la comunión con Dios, con el hombre y con la naturaleza que de ser un jardín se transforma en un desierto. La conversión ha de llevarnos a arrepentirnos y a pedir perdón como realidades liberadoras, sabiendo que Dios nos ama como somos, pero nos quiere distintos y mejor de cómo somos”.

Y recuerda, como hace el papa Francisco en su mensaje cuaresmal, la necesidad de “ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación a devorarlo todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón”. Y el valor de la oración para “saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia”. O los bienes producidos por dar limosna “para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece”.