- Por su interés y actualidad, reproducimos el artículo del arzobipo de Santiago de Compostel, mon. Julin Barrio, publicado en el Boletín Número 16 de la Fundación Acogida Cristiana en los Caminos de Santiago (Dic 2021).
Se habla en estos días de que esta Navidad será diferente, refiriéndose a los añadidos que se han ido adhiriendo a lo que realmente es el misterio que celebramos. Tal vez el gozo del nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre ha quedado diluido en los aspectos materiales. Seguramente que en estos tiempos casi postpandémicos muchas personas y familias no tengan posibilidad de hacer los gastos que acostumbraban en otros años. Lo necesario en todo caso deberían tenerlo. Y en esto hemos de ser todos corresponsables. Pues precisamente la Navidad nos recuerda que Dios Padre nos ha hecho hijos en su Hijo Jesucristo y por tanto hermanos los unos de los otros. Así “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón… La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (GS 1). De esto hemos de hacernos eco en este Año Santo Jubilar Compostelano.
El nacimiento del Hijo de Dios en la humildad de nuestra carne nos recuerda que “tanto amó al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). El Adviento no puede quedar reducido a ser un tiempo para la publicidad comercial, es preparación a la Navidad animando nuestra es- peranza al recordarnos que Dios nos creó por amor y en nuestra desobediencia no nos abandonó pues quiere que tengamos vida eterna.
«La Navidad nos recuerda que Dios Padre nos ha hecho hijos en su Hijo Jesucristo y por tanto hermanos los unos de los otros »
Es necesario volver a las raíces cuando el sentimiento de lo desconocido está generando incertidumbre ante el futuro y afectando a certezas que parecían consolidadas. “La tempestad, decía el papa Francisco refiriéndose a la pandemia, nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. Pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas iniciativas de anestesiar con aparentes rutinas salvadoras, incapaces de apelar a nuestra raíces”. Ya surgen voces de pensadores fuera del cristianismo, que afirman que necesitamos a Cristo. Ciertamente sólo Él da la esperanza para que la vida no se vea condenada a la insignificancia. Pero la esperanza es inseparable del amor solidario. “Vivir en la caridad es pues un gozoso anuncio para todos, haciendo creíble el amor de Dios que no abandona a nadie”.
Urge conformarnos con la historia y persona de Cristo, en la búsqueda paciente de la verdad. Es el afán de verdad lo que promueve la fe cristiana. “El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… Cristo el nuevo Adán manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación” (GS 22). “La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo” . En el contexto de nuestra cultura el hombre sigue buscando el signo de una esperanza alegre y generosa, como norma inspiradora de todo auténtico progreso que forja una convivencia de todos en caridad que nos compromete a edificar el presente y proyectar el futuro desde la verdad auténtica del hombre, desde la libertad que respeta esa verdad y desde la justicia para todos. Nuestro mañana reflejará la esperanza del hoy. ¡Feliz Navidad a todos!
Mons. Julián Barrio Barrio
Arzobispo de Santiago de Compostela