Nerea Gil, voluntaria de Cáritas: «No hay mejor reconocimiento que uno de nuestros niños te dé un abrazo»

Es una niña Arnela, tal como se conoce a los adultos que pasaron por las colonias que, cada verano, celebra Cáritas en la playa de A Arnela (Porto do Son). Nerea Gil González (Santiago, 1996), maestra y monitora de tiempo libre, es voluntaria de Cáritas Interparroquial desde hace siete años y, actualmente, responsable del programa Cativos. «Soy voluntaria porque crecí siendo niña Arnela, iba todos los veranos de campamentos, y la forma de seguir vinculada con algo que me hacía sentir tan bien era siendo voluntaria. Ahora sé toda la labor que lleva a cabo Cáritas y veo que no es solo dar de comer a quien lo necesita, ropa para vestir o un techo bajo el que refugiarse, sino que ofrece los recursos para que muchas personas encuentren la manera de desarrollarse por sí solas», según explica Gil.

Este año especial se han salvado las colonias, pero con un formato distinto. Durante el mes de agosto se realizarán cuatro turnos de una semana de duración. Tendrán carácter mixto, de tal forma que durante la semana será un campamento urbano, en el colegio de La Compañía de María y solo en horario de mañana, mientras que el fin de semana se irá a A Arnela. Y como siempre, estarán divididos por edades. «Cierto es que no serán campamentos tal como se conocen desde hace cincuenta años, pero dada la difícil situación sanitaria y económica a la que nos enfrentamos, creemos que es una opción para que los más pequeños puedan disfrutar un poco del verano con sus amigos. Es una forma segura y asumible ahora mismo para la entidad», señala la responsable del programa. Se ofrecen un total de 160 plazas para niños y niñas de entre 8 y 17 anos, 40 por turno, que serán atendidos por 30 voluntarios. Aún quedan vacantes, por si alguien estuviese interesado. Cáritas ha pensado en la conciliación familiar con un horario «muy flexible», de 8 a 15 horas, para que no haya problemas para dejar y recoger a los chavales. «A pesar de esto -añade Gil- no vamos a poder llegar a todo el colectivo con el que llevamos trabajando en años anteriores, ya que el problema de desplazamiento hace que se limite a aquellos usuarios de Santiago y cercanías».

Uno de los objetivos de este año es descubrir «más» el entorno, ya que la mayoría de las actividades serán al aire libre. «La experiencia nos dice que todo lo relacionado con la playa y el agua es lo que más les gusta, aunque las veladas nocturnas son una gran motivación para los mayores», indica. Sobre el desarrollo personal que aportan los campamentos, añade que pueden llegar a influir «mucho» en los pequeños en cuanto a la adquisición de «autonomía», y que a los mayores los hacen «madurar» y les hacen ver que hay «más allá» de su mundo. «Siempre intentamos hacer que todos se sientan como en casa. Aquí no importa quién eres ni de dónde vienes, nadie te juzga, todos somos iguales, y se acaba creando una gran familia», advierte.

Para Nerea, participar en Cativos, es una parte «muy importante» de su vida, que la hace «crecer» personal y profesionalmente, viendo a los voluntarios que ofrecen su tiempo, cariño y motivación: «Y no hay mejor reconocimiento que uno de nuestros niños se acerque y te dé un abrazo, las gracias o te diga que se lo ha pasado genial. Eso no se olvida porque lo dicen con el corazón».

Durante el confinamiento, la maestra no dejó de pensar en los niños, que estaban encerrados, y aprovechó el tiempo para adaptar y diseñar los nuevos formatos del necesario programa de Cáritas. «A este mundo le falta empatía. Vivimos en una sociedad egoísta que no mira ni a quien tiene al lado. Para mejorarlo hay que ponerse en el lugar del otro», concluye Nerea, cuyo sueño es llegar a tener una plaza de profesora y, así, dedicarse toda la vida a dar clase. «Mi pasión, desde niña», declara.

 

Fuente: La Voz de Galicia