Novena a San Benito, patrono de Europa, en la Iglesia compostelana de San Benito do Campo

Desde el pasado día 3 de julio, en que comenzó con gran solemnidad, se está celebrando la tradicional novena a San Benito en la Iglesia de San Benito do Campo, ubicada en la compostelana Praza de Cervantes, una cita de honda devoción en la ciudad de Santiago y a la que la comunidad parroquial invita a todos a asistir.

La novena se celebra todos los días a partir de las 20:00 horas, con el rezo del Santo Rosario, para a continuación finalizar con la Eucaristía que da inicio a las 20:30 horas.  Estos “Nueve días siguiendo las huellas de San Benito, maestro de oración”, culminarán el día 11 de julio, fiesta del patrón de Europa. En esa jornada habrá misas a las 9:30, 10:30, 11:30 y 12:30 por la mañana. Por la tarde se continuará con el horario de todos los días: a las 20:00 horas la novena y a las 20:30 la Eucaristía.

A su término se desarrollará la tradicional procesión por las calles de la parroquia.

San Benito, según recuerda Manuel Longa Pérez, citando a Pablo VI, quien en 1964, lo proclamó Patrono de Europa, en la Carta Apostólica “Pacis nuntius”, fue “mensajero de la paz, forjador de la unidad, maestro de civilización, y sobre todo, heraldo de la religión de Cristo y fundador de la vida monástica en Occidente: estos son los legítimos títulos de la Exaltación de San Benito Abad. Ante el colapso del Imperio Romano, ya agotado, mientras algunas regiones de Europa parecían caer en la oscuridad, y otras todavía estaban desprovistas de valores de la civilización y espirituales, fue él quien hizo nacer, con un compromiso constante y firme, la aurora de una nueva era en este continente nuestro. Principalmente él y sus hijos llevaron con la cruz, el libro y el arado, el progreso cristiano a las poblaciones diseminadas desde el Mediterráneo hasta Escandinavia, desde Irlanda hasta las llanuras de Polonia.

Con la cruz, es decir, con la ley de Cristo, dio consistencia a las leyes y el desarrollo de la vida pública y privada. Con este fin, se debe recordar que él enseñó a la humanidad la primacía del culto divino por medio del «opus Dei», es decir, de la oración litúrgica y ritual. Así fue como consolidó esa unidad espiritual en Europa gracias a la cual naciones divididas en su lengua, etnia y cultura, se sintieron llamadas a integrar el único pueblo de Dios; unidad que gracias al esfuerzo constante de aquellos monjes, discípulos de tan insigne maestro, llegó a ser la característica propia de la Edad Media. Esta unidad, que, como dice San Agustín, es «ejemplar y tipo de belleza absoluta» (ver Ep 18, 2: Pl. 33, 85), rota por desgracia en una maraña de acontecimientos históricos, intentan recomponerla todas las personas de buena voluntad en nuestro tiempo.

Luego con el libro, o sea con la cultura, el mismo San Benito, del que muchos monasterios recibieron nombre y vigor, salvó con providencial cuidado, la tradición clásica de los antiguos y la transmitió intacta a la posteridad, restaurando así el interés por el saber, cuando el legado humanista estaba en peligro de perderse.

Con el arado, por último, es decir, con el cultivo de los campos y con iniciativas similares, logró convertir tierras desérticas y selváticas en fértiles campos y amenos jardines; y uniendo la plegaria al trabajo material, de acuerdo con su famoso lema «ora et labora», ennobleció y dignificó el esfuerzo humano”.