Octavario antes de Navidad, 22 de diciembre Personaje bíblico: El Espíritu Santo

En el texto evangélico en que se narra el bautismo de Jesús encontramos la expresión: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él” (Jn 1, 32). Algunos autores interpretan que significa el mayor anonadamiento de Dios. Murillo toma inspiración en el relato bautismal y pinta la presencia del Espíritu Santo en forma de paloma.

Personaje: El Espíritu Santo

Puede parecer un tanto despectivo llamar personaje al Espíritu Santo, pero empleo esta expresión por seguir el esquema de los días anteriores. El ángel Gabriel, cuando anuncia a María su maternidad, le asegura: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 35). Y el Cuarto Evangelio, de manera implícita revela el nacimiento de Jesús por obra del Espíritu Santo: “El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu” (Jn 3, 5).

Consideración

Últimamente se suele explicar la vida de Jesús de Nazaret desde una perspectiva histórica, homologándolo enteramente con nosotros. Desde la verdad revelada, sabemos que Cristo se despojó de su rango y tomó la naturaleza humana. Se hizo enteramente hombre. Sin embargo, era de condición divina.

Esta verdad no solo nos revela la identidad de Jesús, sino nuestra propia verdad. En Cristo es donde más podemos descubrir quién es Dios y quienes somos nosotros, gracias al Espíritu Santo. “Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.” (Gál 4, 4)

Nos puede parecer excesiva la afirmación de que gracias a Cristo y al Espíritu Santo nos incorporamos a la familia de Dios. Pero es la verdad cristiana por excelencia: “Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios” (Jn 1, 11-13).

Propuesta

¿Te sientes hijo de Dios? ¿Invocas a Dios como a Padre, consciente del don del Espíritu Santo?

Ángel Moreno Buenafuente