Espíritu Santo, que me ungiste con tus dones el día de mi bautismo, no permitas que conviva con capacidades tan grandes, sin ser consciente de ellas y sin ejercitarlas; sería un desagradecido.
Despierta mis ojos y préstales la luz de tu Sabiduría, que mi mirada atraviese la realidad material y descubra en todo la presencia del Creador, y acierte a interpretar la historia desde el saber de Dios.
Espíritu bueno, que lo has hecho todo bueno y para bien, y en todo has dejado semillas de bondad, de belleza y de verdad: que sepa trascender los acontecimientos y que los lea en clave providente, desde el don de la fe.
Maestro interior, que de tantas maneras me aconsejas y me indicas con suavidad el camino que conduce a Dios: abre mi oído interior para que perciba tus insinuaciones y tus llamadas, y tenga fuerza para obedecer a aquello que conduce a la paz.
Tú eres, Espíritu Santo, quien convierte lo débil en fuerte, Tú eres defensor de los pequeños, de los humildes, de quienes se sienten frágiles y menesterosos, ¡Padre de los pobres! Tú eres fortaleza y a la vez misericordia; Tú conviertes las heridas en testigos de gracia. Úngeme con tu fuerza para que no perezca, sobre todo por argumentos subjetivos, por verme incapaz; que siempre confíe en tu gracia y me levante.
Tú eres Espíritu Creador, y al principio has aleteado sobre la faz de las aguas. Gracias a tu aliento existe todo. Nada ni nadie pueden recibir el obsequio de adoración. Solo Dios es Dios, Él es el Autor del universo, y Tú eres el sustentador de toda realidad, soplo y aliento de vida. No permitas que se desvíe mi corazón y rinda culto a las criaturas.
Tú eres el Amor divino, el amor entrañable, el amor que mantiene el hogar encendido en la Comunidad Trinitaria. Sé también el fuego ardiente en el corazón humano y mantén en mí la capacidad de amar, de compadecer, de practicar la misericordia, de ejercitar la piedad, que no se quede en un sentimiento emocional, sino que mi vida quede afectada ante los que padecen necesidad.
Espíritu Santo, Tú eres el Amigo del alma, el Consejero fiel, el Abogado defensor: defiéndeme de mí mismo. No permitas que me emancipe de ti, que, pretencioso, huya de tu presencia y de tu mirada, ni cierre mis oídos a tus consejos. Sería temerario un camino independiente, orgulloso, como si yo me pudiera valer por mí mismo. Defiéndeme, tanto mis posibles opciones emancipadas, como de los momentos en los que me pueda hundir, desconfiado. Mantenme siempre en la filiación divina confiada, y haz que no huya nunca de la presencia de Dios, aunque tenga que reconocer avergonzado mi debilidad.
Espíritu Santo, sé que cuanto de expreso ya me lo has dado, y que tan solo es preciso que sea consciente de tanta gracia. No te entristezcas ante mi falta de memoria. Te pido que además de ser la fuente de mis dones, te hagas Consejero permanente y me recuerdes esos dones para que colabore contigo en el acrecentamiento de la creación y sea signo de tu Amor en el mundo. Amén
Ángel Moreno Buenafuente