Padres del desierto 5

El abad Casiano cuenta del abad Juan

que había ocupado altos puestos en su congregación

y que había sido ejemplar en su vida.

Estaba a punto de morir y marchaba alegremente

y de buena gana al encuentro del Señor.

Le rodeaban los hermanos

y le pidieron que les dejase como herencia una palabra,

breve y útil,

que les permitiese elevarse a la perfección que se da en Cristo.

Y él dijo gimiendo:

«Nunca hice mi propia voluntad,

y nunca enseñé nada a nadie

que no hubiese practicado antes yo mismo».