Queridos Diocesanos:
Los días 13 y 14 de septiembre tendremos entre nosotros las reliquias de Santa Bernadette Soubirous en las parroquias de San Jorge de A Coruña, San Fernando de Santiago, Santa María de Lestedo y Santa María la Mayor de Pontevedra. Es un acontecimiento singular y de trascendencia para la vida diocesana, uniéndonos también para glorificar y venerar a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de Lourdes.
Las reliquias de los santos son signos pobres y frágiles de lo que fueron sus cuerpos, con los que pensaron, actuaron, rezaron, sufrieron y experimentaron la muerte. De estos signos se sirve Dios para manifestar su presencia y hacer brillar su poder y su gloria, ya que Él es quien actúa por medio de ellos. Así podemos decir: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los pequeños” (Lc 10,21). El Espíritu Santo reposa invisiblemente en los restos de los que han muerto en gracia de Dios, hasta que aparezca visiblemente en la resurrección. Esto es lo que hace a las reliquias de los santos dignas de veneración. Su mensaje es de amor y de invencible esperanza, y abre horizontes, para que la semilla de la Palabra de Dios encuentre una tierra propicia. Es un eco fiel y sereno del Evangelio.
Rasgos de la vida de Santa Bernadette
María Bernadette Soubirous fue religiosa de la Caridad. Antes de las apariciones, su vida estuvo marcada por no pocas penalidades, dentro de una familia pobre, a la que le tocó peregrinar de un lado a otro por motivos laborales, y afrontar desdichas al no contar con la formación adecuada. Desde el 11 de febrero hasta el 16 de julio de 1858, en la gruta de Massabielle, la Virgen María “acude a Bernadette, la hace su confidente, colaboradora, instrumento de su materna ternura y de la misericordiosa omnipotencia de su Hijo, para restaurar el mundo en Cristo con una nueva e incomparable efusión de Redención” (Pío XII). Penitencia por ella misma y por la conversión de los pecadores es el mensaje de las apariciones. Las gentes se van agregando en cada aparición en mayor número. Vienen los milagros. La Virgen se presenta: “Soy la Inmaculada Concepción”, y quiere que se haga una capilla, siendo luz en la noche del paganismo.
Bernadette a la hora de orientar su vocación había pensado en el Carmelo de Bagñeres, pero su endeble salud no se lo permite. Es aceptada para el noviciado en las religiosas de la Caridad. El 30 de octubre de 1867 hace su profesión. Su salud fue deteriorándose y muere el 16 de abril de 1879. El sentir unánime de la gente fue decir: “La santa ha muerto”. Será beatificada el 14 de junio de 1925 por Pío XI y el 8 de diciembre de 1933 será proclamada santa.
Los rasgos de su espiritualidad son la búsqueda de la santidad y una gran prudencia en la elección de los medios, como la devoción a Cristo Crucificado y el rezo del Rosario. Después de la trasparencia de las apariciones y la vuelta a la condición normal de la fe, Bernadette presenta la figura de una joven que escoge, por un impulso, la vida consagrada, en la que opta por la oración. En ella se conjugan el realismo de la muchacha del campo y la conciencia de que, por encima de todo, lo que vale es la inteligencia de las acciones que debe cumplir. La suya es una santidad cotidiana, sin repliegues sobre sí misma, sabedora de las gracias de Dios que ha recibido. Pobreza, oración y penitencia, caridad y Dios son las palabras que conforman su mensaje. Eran las líneas fundamentales que animaban su vida.
Indulgencia plenaria
La Iglesia concede indulgencia plenaria con este motivo a las personas que recen el Santo Rosario, adoren al Santísimo Sacramento y participen en la Eucaristía en la iglesia en que van a venerarse las reliquias, siendo necesarias las condiciones habituales de la confesión sacramental, la comunión eucarística y la oración por las intenciones del Papa.
Deseo y pido que este acontecimiento providencial sea una ocasión de vivir una experiencia religiosa y espiritual que nos ayude a acoger la salvación de Cristo, y madurar en ideales que favorezcan un mundo más humano y más habitable, conforme al proyecto de nuestro Señor Jesús.
Con mi afectuoso saludo y bendición en el Señor,
+Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela