El pasado miércoles, que ha sido Miércoles de Ceniza, ha comenzado la Cuaresma, de modo que hoy celebramos el domingo 1º de este tiempo litúrgico. La 1ª lectura de la Misa de hoy presenta al Creador disponiendo un jardín para el hombre que había creado, y haciendo que la tierra produjera sus frutos, pensando en él. Entre los árboles del jardín, se encontraban el árbol de la vida y el del conocimiento del bien y del mal. El acceso a este último les estaba vetado por el Señor. Sin embargo el hombre, ante la tentación del diablo, prefirió seguir el consejo del tentador y dejó a un lado el precepto divino. A raíz de ello la concupiscencia invadió al hombre.
La 2ª lectura de la Misa de hoy, de la Carta de San Pablo a los Romanos, nos dice que la muerte entró en el mundo a causa del pecado del hombre. Como consecuencia, el pecado se extendió a toda la humanidad. Cierto que la gracia divina superó a la maldad humana, de suerte que, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la gracia de Dios desbordó a favor de los seres humanos. De este modo los hombres vivirán en virtud de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Así pues, si por la desobediencia de uno todos fueron constituidos pecadores, por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos.
El Evangelio según San Mateo refiere las tentaciones de Jesús. El Espíritu lo lleva al desierto, para someterlo a la tentación. Después de haber ayunado a lo largo de muchos días, el tentador le estimula a llevar a la práctica los anuncios sobre el Mesías, y comienza por sugerirle que todas aquellas piedras se conviertan en pan. Jesús rechaza esa tentación y otras dos, apoyándose en la propia Biblia, haciendo ver que el tipo de Mesías que él encarna es el que le ha pedido su Padre que encarnara: el de Siervo Sufriente, que carga con los pecados de su pueblo, para otorgarle a este el perdón y la paz. Al final de las tentaciones, los ángeles, que acompañan al Mesías, aparecieron para servirle.
José Fernández Lago