“Poco tiempo hemos dado, para tanto como hemos recibido”

  • Misioneras de Puerto Rico, bajo el amparo de Obras Misionales Pontificias, acogieron a peregrinos en Sobrado y Santiago

Se nota su fortaleza. Se percibe su entusiasmo misionero. Han pasado en la Archidiócesis varias semanas atendiendo y acogiendo a los peregrinos en el monasterio de Sobrado dos Monxes y en Santiago. Keishla, Tairis, Norma, Amanda e Ilia son misioneras enviadas por la Iglesia en Puerto Rico en el marco del programa “Verano Misionero”, auspiciado por Obras Misionales Pontificias de Puerto Rico. Y hay en ellas un sentimiento de agradecimiento a la Iglesia diocesana de Santiago de Compostela que conmueve por su sencillez y generosidad: “Poco tiempo hemos dado, para tanto como hemos recibido”.

En las cinco, en cada una de ellas, hay una alegría que se transmite en sus palabras y en sus gestos. Solo una es consagrada, el resto son seglares. Pero su compromiso es el mismo: la pasión por evangelizar en un lado y otro del Atlántico. El proyecto “Verano Misionero”, que cumple 30 años, nació en principio para actuar en Latinoamérica, pero ha acabado por prolongarse a la vieja Europa, que vive una situación delicada en la transmisión de esa fe que marcó su historia a lo largo de los siglos.

“La Iglesia en Puerto Rico”, dice una de ellas, “es viva, dinámica, joven”, recogiendo en sus palabras el asentimiento del resto de sus compañeras, que no sin orgullo hablan de la presencia de los jóvenes en actividades pastorales y en catequesis.

En Sobrado dos Monxes, acogidas por el responsable de Obras Misionales Pontificias en la Archidiócesis y párroco de San Pedro Porta-Sobrado, David Álvarez, las misioneras portorriqueñas han estado dos semanas recibiendo y acompañando a los peregrinos que hacen el Camino de Santiago. “Hemos estado escuchándoles y acogiéndoles”, comentan. Y más allá del gesto de entregarles una botella de agua con un pensamiento tomado de la Escritura para que reflexionen en la ruta o de sellarles la credencial o de indicarles los horarios de culto, “rezamos por cada uno de ellos”.

“Damos gracias a Dios por lo que hemos vivido”, señalan estas misioneras que dentro de pocos días volverán a Puerto Rico, con el corazón repleto de “esa alegría personal” del encuentro con el peregrino, un auténtico acontecimiento expresado en los “testimonios que nos han aportado o en los abrazos que nos han pedido los peregrinos”.

También en Santiago han dado muestras de su valía en la acogida cristiana del Camino, expresando su gratitud, además, a las hermanas guanelianas que desde Arzúa y Arca también se dedican a dar posada al peregrino.

Por eso, cuando dicen que “poco tiempo hemos dado, para tanto como hemos recibido”, uno tiene la certeza de que el corazón de cada una de estas misioneras rebosa la humilde gracia de quien acoge el don de Dios y lo reparte con gratuidad. Todo es gracia…

J. Aguado