Reflexión de mons. Barrio para el tiempo estival

¡Felices vacaciones!

Les deseo unos merecidos días de vacaciones. La preocupación de Jesús por el descanso de sus apóstoles nos ayuda a encontrar sentido a nuestro descanso que no es un lujo, ni es un capricho, sino una necesidad. El engranaje de nuestra vida normal del trabajo y de las preocupaciones de cada día, muchas veces nos impiden el ir al fondo de la realidad que vivimos. Quedamos como aprisionados en este tejido de ocupaciones, de relaciones y de necesidades que constituyen el afán cotidiano. Las vacaciones nos permiten mirar nuestra vida con mayor perspectiva, siendo un espacio de silencio, de silencio interior sobre todo, que nos ayude a hacer un discernimiento sereno sobre nosotros mismos.

En el día a día las tareas no son pocas y las tensiones que a veces se generan son muchas. En este sentido es necesario disponer de unos días para dar descanso a nuestra capacidad física y sosiego a nuestro espíritu, sintiéndonos muy cercanos a quienes no tengan esta posibilidad. Las agendas son testigos de la acumulación de tareas que no nos dejan espacio para la oración y la reflexión que nos lleve a encontrarnos con nosotros mismos. Jesús dice a sus discípulos: “Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco“(Mc 6, 31). Es un gesto lleno de delicadeza, de humanismo. “El descanso -dirá el papa san Juan Pablo II- significa dejar las ocupaciones cotidianas, despegarse de las normales fatigas del día, de la semana y del año”. Necesitamos reponer nuestras fuerzas físicas y revitalizar las espirituales para poder después trabajar por el Reino de Dios, por la familia, por los demás. Es bueno encontrarnos con la naturaleza en la montaña, en el mar, o en la arboleda.

Las vacaciones son un medio propicio para cuidar más el alma, dedicando tiempo a la oración, a la lectura de la Biblia, a la participación en la Misa diaria, al rezo del rosario en familia y a otras actividades que dan vigor a nuestro espíritu. Y son un excelente medio para convivir con los demás, sobre  todo, con la propia familia, dialogando y compartiendo gozos y alegrías, preocupaciones, penas y proyectos. “El tiempo libre se debe emplear rectamente para el descanso del espíritu y para cuidar la salud de la mente y del cuerpo, por medio de ocupaciones y estudios libres, por medio de viajes a otras regiones, que enriquecen el espíritu y que, además, enriquecen a los hombres con un conocimiento mutuo; por medio también de ejercicios y manifestaciones deportivas, que son una ayuda para conservar el equilibrio psíquico, incluso colectivamente, así como para establecer relaciones fraternas ente los hombres de toda condición, de todas las naciones o de razas diferentes” (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes 61).

Ojalá que estas vacaciones sean un momento de armonía y de descanso corporal para seguir construyendo la ciudad de Dios en medio de la de los hombres.

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.