Sentimiento de gratitud y revitalización espiritual

AL ECHAR LA VISTA ATRÁS SOBRE LOS ACONTECIMIENTOS DE ESTE AÑO 2021, lo primero que pasa no solo por mi cabeza sino, sobre todo, por mi corazón, es un inmenso sentimiento de gratitud a Dios. En medio de este escenario incierto y confuso, en el que se han derribado tantas certezas meramente humanas y tantas ilusiones se han desvanecido, la experiencia de que Dios camina a nuestro lado, que se involucra en nuestra historia, y que nos acompaña en cada paso de nuestra vida, resulta tan consoladora como real.

Así lo he vivido desde aquella jornada memorable de la apertura de la Puerta Santa de nuestra Catedral, en la que el nuncio en España, monseñor Bernardito Auza, anunciara la decisión del papa Francisco de prolongar hasta finales de 2022 el Año Santo Compostelano. Este hecho, que tiene una dimensión histórica ciertamente relevante para la larga tradición jacobea, constituye por sí mismo un maravilloso don de la Providencia de Dios.

Ciertamente no conoceremos en su profundidad ni en su dimensión interior el trabajo de delicada orfebrería que la gracia de Dios ha ido cincelando en las almas de los peregrinos. Si atendiésemos exclusivamente a las cifras estadísticas de los caminantes que han llegado al sepulcro del Apóstol, podríamos atisbar que son muchos los dones que el Señor ha ido repartiendo a lo largo del Camino. Y no nos equivocaríamos: no debemos poner límites al amor de Dios.

Sí conocemos muchos testimonios de peregrinos que emocionan y conmueven. Algunos los he podido conocer de viva voz: personas que iniciaron el Camino de Santiago en homenaje y reconocimiento a seres queridos que habían fallecido por causa del Covid19; hombres y mujeres que se pusieron a andar para plantar cara a la incertidumbre, incluso al temor, provocados por la pandemia; jóvenes que se retaron a sí mismos para demostrarse cuánto esfuerzo eran capaces de realizar para alcanzar una meta…

De una u otra manera este Año Santo Compostelano ha entrado en nuestras vidas de un modo totalmente distinto a otros. Lo ha hecho para quien inició el Camino desde una perspectiva no estrictamente vinculada a la fe y para quien lo hizo desde su visión creyente. Y Dios se ha preocupado de unos y otros, ha pasado por sus vidas. Dice Jean Danielou en su deliciosa y breve obra Dios y nosotros, que “a través de sus obras admirables, el Dios vivo manifiesta su naturaleza oculta” y que si bien “sus caminos nos desconciertan”, precisamente por ello “se nos impone en su realidad objetiva”1.

Para mí, esta es la clave en la que interpretar cuanto ha acontecido a lo largo de este 2021: Dios nos sigue proponiendo una alianza desde la que encontrar el sentido a todo lo que ocurre. Dejarse sorprender por Él es el modo más seguro de adentrarse en una aventura que no defrauda. Danielou señala en ese mismo libro que “lo mismo que el Espíritu, al principio, flotaba sobre las aguas, suscitando en ellas la vida biológica, del mismo modo el Espíritu Santo obra ahora una nueva creación: la de la vida espiritual en el verdadero sentido de la palabra”. Y ahí están, como signos de esperanza, como lluvia que empapa terrenos sedientos de verdad, deseosos de germinar superando un duro invierno, tantas y buenas noticias.

Entre ellas, a modo de mero recordatorio y sin ánimo de exhaustividad, la llegada a la Archidiócesis de un nuevo obispo auxiliar, monseñor Francisco J. Prieto; la preparación de los voluntarios que acompañarán a los miles de jóvenes que llegarán a Compostela en agosto del próximo año en la Peregrinación y Encuentro de Jóvenes (PEJ); el inicio del camino sinodal en la fase diocesana; la peregrinación de la Conferencia Episcopal Española (CEE); el encuentro con el papa Francisco en Roma en junio pasado y recientemente ahora en la Visita Ad Limina; la renovación en el Cabildo de la Catedral; el III Encuentro Interreligioso; o el trabajo sin descanso de Cáritas atendiendo las necesidades de las personas más vulnerables en estos meses tan duros.

Son jalones que nos impulsan a esa revitalización espiritual recogida en el Plan Pastoral para este curso, diseñado para recuperar el pulso en nuestra Iglesia local a través del jubileo del Año Santo Compostelano, algo que se pone de manifiesto cada vez que llega a la Catedral en peregrinación un Arciprestazgo o un grupo de parroquias. El Apóstol escucha su invocación y la lleva desde el Pórtico de la Gloria al trono del único Señor del mundo: Cristo, Camino, Verdad y Vida.

  1. Dios y nosotros, Jean Danielou, Taurus, 1966

Mons. Julián Barrio Barrio
Arzobispo de Santiago de Compostela

 

Artículo publicado en El Correo Gallego (31-XII-2021)