En la madrugada del pasado sábado trascendía la noticia del fallecimiento del teniente coronel Arnaud Beltrame, conocido ya como el héroe de Trèbes. El gendarme fue asesinado tras intercambiarse con una rehén durante el asalto terrorista perpetrado en un supermercado en Trèbes el pasado 23 de marzo.
El valor y el sacrificio de este gendarme que dio su vida para salvar a una rehén ha recibido innumerables homenajes en los últimos días. El presidente francés Emmanuel Macron, en un comunicado publicado por el Elíseo, destacó el coraje y la abnegación excepcionales del teniente coronel, dignas del “respeto y la admiración de toda la nación”. También el Papa Francisco, en un telegrama de pésame por las víctimas de los atentados terroristas, ha alabado el “acto generoso y heroico” de este policía que “ha dado su vida intentando proteger a las personas”.
El obispo castrense francés Antoine de Romanet también rindió homenaje a quien “donó su vida tomando el lugar de un rehén” y “salvó vidas ofreciendo la suya”, destacando que “Arnaud Beltrame era un soldado y un cristiano en lo más profundo de su ser”.
Nacido en una familia poco practicante, Arnaud Beltrame se convirtió a los 33 años y recibió la Primera Comunión y la Confirmación tras dos años de catecumenado. Así lo cuenta en un testimonio publicado tras su muerte el padre Jean-Baptiste, sacerdote de la abadía de Lagrasse que le acompañó en su camino de fe y en su preparación al matrimonio en estos últimos años.
Este es el testimonio del padre Jean-Baptiste recogido por Religión en Libertad:
“Conocí por casualidad, durante una visita a nuestra abadía, monumento histórico, al teniente coronel Arnaud Beltrame y a Marielle, con quien acababa de casarse civilmente el 27 de agosto de 2016. Simpatizamos enseguida y ambos me pidieron que preparase su matrimonio religioso, que yo debía celebrar cerca de Vannes el 9 de junio próximo.
»Así pues, pasamos muchas horas trabajando los fundamentos de la vida conyugal durante dos años. Yo acababa de bendecir su hogar el 16 de diciembre y habíamos concluido su expediente canónico para el matrimonio. La hermosísima declaración de intenciones de Arnaud me llegó cuatro horas antes de su muerte heroica.
»Esta joven pareja venía habitualmente a la abadía a participar en las misas, oficios y enseñanzas, y en particular a un grupo de acogida, Nuestra Señora de Caná. Formaban parte del equipo de Narbona. Aún vinieron el pasado domingo.
»Inteligente, deportivo, hablador y carismático, a Arnaud le gustaba hablar de su conversión. Nacido en una familia poco practicante, vivió una auténtica conversión en torno a 2008, a los 33 años. Recibió la primera comunión y la confirmación tras dos años de catecumenado, en 2010.
»Tras una peregrinación a Sainte-Anne-d’Auray en 2015, donde pidió a la Virgen María encontrar a la mujer de su vida, empezó a salir con Marielle, cuya fe es profunda y discreta. La petición de mano se celebró en la abadía bretona de Timadeuc en la Pascua de 2016.
»Apasionado por la Gendarmería, alimentaba desde siempre gran pasión por Francia, por su grandeza, por su historia, por sus raíces cristianas, que había descubierto con su conversión.
»Al ofrecerse en lugar de los rehenes, probablemente estuvo animado con pasión por su heroísmo de oficial, porque para él ser policía quería decir proteger. Pero el sabía el riesgo extraordinario que asumía.
»El era consciente también de la promesa de matrimonio religiosa que había hecho a Marielle, con quien ya estaba civilmente casado y a quien amaba tiernamente, de eso soy testigo.
»¿Entonces? ¿Tenía derecho a asumir tal riesgo? Creo que solo su fe puede explicar la locura de ese sacrificio que hizo hoy para admiración de todos. Él sabía que, como nos dijo Jesús, “no hay mayor amor que el de quien da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Él sabía que, si su vida comenzaba a pertenecer a Marielle, también era de Dios, de Francia, de sus hermanos en peligro de muerte. Creo que solo una fe cristiana animada por la caridad podía pedirle ese sacrificio sobrehumano.
»Pude verle en el hospital de Carcassone hacia las nueve de la noche del viernes. Los policías y los médicos o enfermeras me llevaron hasta él con una gran delicadeza. Él estaba vivo, pero inconsciente. Pude darle la extremaunción y la bendición apostólica in articulo mortis. Marielle respondía a esas bellas fórmulas litúrgicas.
»Era Viernes de Dolores, justo antes de comenzar la Semana Santa. Acababa de rezar el oficio de nona y el viacrucis por su intención. Pedí al personal que cuidaba de él si podría tener una medalla de la Virgen, la de la Rue du Bac, de París [Medalla Milagrosa], junto a él. Comprensiva y profesional, una enfermera la sujetó a su hombro.