Tonecho o Antonio Busto. Qué bello es vivir

Dice el evangelio que Dios es Dios de vivos y no de muertos, así que, allí donde está ahora, Tonecho seguro que lo está disfrutando. Y seguro, que está por ahí con su pinta de deportista relajado tras una sesión de buen ejercicio y esa cara de alegría que tanto le gustaba compartir y que tanto destacaba entre rostros apagados.

La llegada de Tonecho al Colegio de la Enseñanza en Santiago fue espectacular. Los primeros días cada vez que estaba en algún sitio, las niñas (por aquel entonces era un colegio femenino) no paraban de avisarse y salir corriendo para verlo, todas en un estado de “emoción elevado”. Porque en aquel entonces, y durante muchos años, había personas que se quedaban con su gran fachada y no pocas veces alguna alumna creía estar enamorada. En aquellos primeros días, tuvo mucho trabajo para desarrollar su actividad, por el barullo que su sola presencia originaba. Voy a contar una anécdota que presencié. Las alumnas mayores y algunas monjas recién salidas del noviciado iban unos días de convivencia con Tonecho, y un pequeño grupo estuvo tratando que les contase con qué ropa iba a dormir, y haciendo otras preguntas fuera de lugar. Todavía hoy no sé cómo logró salir victorioso, haciendo relucir toda su simpatía, sin soltar prenda y dejando a todo el mundo encantado. Pero, para una niña, que aún no pensaba en otra cosa que en jugar, fue muy agradable ver como sin despeinarse dejó claro quien era y por qué estaba allí.

Porque Tonecho es así, su mirada, que ahora está por otros pagos, siempre irradiaba bondad. Estos días, hablando con antiguas alumnas, todas recordamos esa bondad.

Tonecho tenía el don del encuentro y en ese encuentro nos demostraba que no habíamos sido sólo un número en un colegio. Siempre era cercano. Recuerdo estar de paso en Pontevedra, encontrarlo y que se acercase a saludar, a decirnos cual era su parroquia, a querer conocer a la tropa y haciendo pocas preguntas obtener todos los datos que importan en la vida. También era habitual pasar a su lado por el centro de Santiago, y que estuviese de charla con otra compañera de cole, pero siempre con tiempo para lanzar una mirada que decía Hola ¡Qué buenos encuentros estoy teniendo hoy!, o verlo despedirse de la persona con la que estaba para acompañar a otra, porque siempre se quedaba el tiempo necesario para dar a “las niñas”la paz que fuera necesaria.

No tengo duda, para Tonecho la vida que eligió es bella, y puso todos sus dones al servicio de su amigo Jesús, al que tan cercano nos presentó en sus homilías. El día del 25 aniversario de la promoción, Tonecho iba a celebrar la misa. Como no había móviles y era todo muy casero, el programa era algo así como habrá una misa, una comida de catering y los juegos de Patio. Pasando del horario, las niñas y profesoras que se habían acercado (porque cada una volvió al rol que tenía en aquellos tiempos) empezaron a charlar como en un día de recreo después de las evaluaciones y el horario fue adecuadamente olvidado. De repente, se abre la puerta de la capilla, y sale Tonecho ya revestido con la casulla blanca, señalando el reloj y con un montón de gestos que recordaban que el y Jesús ya estaban dentro….como antiguas colegialas que éramos rápidamente fuimos entrando con el saludo personal a cada una de nuestro capellán, y en la homilía, a pesar de las múltiples promociones a las que había atendido en el colegio, tuvo recuerdos personalizados para muchas.

Tonecho seguro que, por muy bella que ahora sea tu vida, como siempre tendrás tiempo para estar pendiente de todos tus seres queridos, entre los que las niñas de la Compañía formamos una parte importante.

Por eso, tu recuerdo siempre irá acompañado de un ¡qué bello es vivir!, sin tu servicio la vida habría sido un poquito menos interesante.

 

María Puy