Celebra hoy la Iglesia el Bautismo de nuestro Señor Jesucristo, a manos de Juan el Bautista. Con esta fiesta se cierra el ciclo de la Navidad de este año.
En la 1ª lectura de la Misa, el profeta Isaías presenta a un personaje entonces inidentificable. Se trata, eso sí, de un Siervo de Dios, al que el referido profeta le dedicará cuatro cánticos, considerándolo un Siervo Sufriente. En este se nos dice que es del agrado de Dios, y que el Señor pone su Espíritu sobre él. Al actuar de acuerdo con el Espíritu divino, transmitirá siempre la verdad y actuará con misericordia respecto del necesitado. La justicia será el ceñidor de su cintura, será Alianza para su pueblo, y fuente de esperanza para los paganos. De ese modo, abrirá los ojos de los ciegos, librará de la prisión a los encarcelados y ofrecerá luz a los que vivían en tinieblas. Eso será una obra del Señor.
La 2ª lectura, de los Hechos de los Apóstoles, recoge palabras de San Pedro, en casa del centurión Cornelio. Presenta a Jesús como aquel a quien el Padre unge con su Espíritu Santo. De ese modo, de Galilea a Judea fue nuestro Señor Jesucristo predicando después del bautismo de Juan, y haciendo el bien a todos, liberándoles del dominio del espíritu del mal, porque Dios estaba con él.
En el pasaje del Evangelio de hoy, obra de San Mateo, se presenta a Jesús, haciéndose bautizar por Juan. El Bautista no se consideraba digno de hacerlo, antes bien, consideraba que debía ser al revés. Sin embargo Jesús le pide que lo haga, para cumplir lo que Dios quiere. Juan accede; y, al salir del agua, el Espíritu Santo se posa sobre Jesús. En ese momento, una voz del cielo autentifica a Jesús como el Hijo del Eterno Padre.
José Fernández Lago