Una advocación particular: Nosa Señora dos Petoutiños de Ferreira (Coristanco)

La feligresía de Santa María de Ferreira es una de las quince parroquias que forman el mapa municipal de Coristanco, en el noroeste de la provincia de La Coruña, y que apenas alcanza actualmente los 150 habitantes. Su pequeña iglesia parroquial fue levantada ex novo en 1904 por mediación del párroco de aquel entonces, don Benito Domínguez Piñeiro, natural de Santa María de Xanza; fue rector tanto de esta feligresía de Ferreira como de la matriz, San Miguel de Couso, desde el 18 de octubre de 1892 hasta su muerte, acaecida el 6 de mayo de 1943.

El solar elegido para levantar la iglesia fue donado por los hermanos Manuel, Antonio, Ramón y Carmen Facal Lois, ya que el emplazamiento anterior de la iglesia parroquial había sido otro: en la visita que hizo Jerónimo del Hoyo por toda la diócesis, este nos indica sobre el templo de Ferreira: “Esta iglesia está en un pico de un cerro alto sobre una peña y así no hay en ella ningún entierro”. Este promontorio se encuentra a escaso medio kilómetro del actual iglesario, conocido como el “Cotón de Ferreira”, una elevación que destaca por una serie de peñascos que le rodean, y donde -por algunas menciones documentales- parece que existió aquí una torre defensiva, citada por López Ferreiro y en el libro La parroquia de Ferreira en 1558, de Ismael Velo Pensado. En la página 51 podemos ver esta referencia: “y de allí va a dar en la torre de Ferreira, que está cabo la iglesia de Ferreira”.

Por la difícil situación del templo, el arcipreste y párroco de Xaviña, don Félix Martínez de Abascal, mandó cambiarlo a un sitio más accesible; así lo recoge en el informe de la visita pastoral de 1791: “Iglesia sin crucero segura y decente pero por su situación pequeña sin atrio y tan elevado el sitio que no se pueden sacar procesiones y en días de tempestades corre riesgo a subir y bajar las gentes por lo que se mandó que el cura solicitase con el patrono y vecinos mudarla a lo llano”. Algo semejante se puede leer en la visita pastoral de 1817, ejercida por el cura de Razo y arcipreste de Bergantiños, don Luis Berdía Troncoso de Lira: “La iglesia se halla situada en la cumbre de un monte puntiagudo lleno de riscos o más bien de un despeñadero por partes inaccesibles sin atrio alguno más que peñascos alrededor: Es demasiado reducida […] un tinglado que hay fuera de la iglesia (sirve) para celebrar misa cuando hay concurso de gentes”.

Jerónimo del Hoyo, durante su inspección pastoral en esta parroquia, promovió la fundación de una cofradía que procurase afianzar el culto a la Virgen en esta peculiar iglesia. Así, se puede fijar el origen de la cofradía de Nuestra Señora de Ferreira en 1611; conservamos un libro de cuentas de esta hermandad en el archivo parroquial, que comprende desde 1657 hasta 1722. Por lo que dejan ver sus constituciones, en un principio se la invocaba especialmente a través de la advocación del Rosario, para en 1691 aparecer festejada en el día de la Anunciación, el 25 de marzo. Como la fiesta caía siempre en Cuaresma y no se podía celebrar con la debida solemnidad, se mudó para el lunes de Pascua. En 1883 se adquirió por 500 reales un grupo escultórico que representa este misterio al escultor Bernardino López Quintáns, imaginero vecino de la ciudad de Santiago, y en ese mismo año Fray Pedro de Leis dona la imagen de Nuestra Señora de la Luz, con la condición de hacerle todos los años una función en su honor.

Anteriormente, como se puede leer en los informes de la visita de 1817, únicamente existían dos imágenes de Nuestra Señora en la iglesia de Ferreira: “El retablo mayor y único que tiene antiguo pero pintado en el que se hallan cuatro imágenes, dos de la Virgen, una de San Benito y otra de Santo Domingo. Hay otra de San José colocada en una peana en el cuerpo de la iglesia a un lado por no haber altar”. Una de esas imágenes, que ilustra esta entrada, fue llamada popularmente como “Nosa Señora dos Petoutiños”. Se trata de una pequeña imagen medieval de madera, que mide 30 centímetros de alto, 15 de frente y 10 centímetros de fondo, que representa a la Virgen María sedente, con el Niño Jesús en su regazo izquierdo. La imagen fue restaurada a finales del siglo pasado, incluyéndole partes que había perdido, como seguramente la cabeza del Niño o el brazo derecho de la Virgen. Después de explicar el origen de la iglesia, el motivo de esta advocación particular está muy clara: a esas grandes moles de piedra, que servían de base a la iglesia primitiva, se le denominan como “petoutos”, palabra a la que se le añadió el sufijo de “-iño”, tan típico en nuestra manera de expresarnos. Los vecinos mayores de la parroquia trasmitieron un antiguo milagro atribuido a esta advocación, en el cuál unos marineros de Malpica que se encontraban próximos a naufragar por una tormenta en fecha incierta, lograron llegar sanos y salvos al puerto invocando a María. Como agradecimiento, acudieron hasta esta parroquia para obsequiar a la imagen con una serie de alhajas. Eduardo Pondal, en Queixumes dos Pinos, ensalza a la veterana efigie de Ferreira con estos versos: “Virxe garrida que tendes/ vosa capilla ben feita/ onde fan seu niño as aigas/ sobre o alto de Ferreira/ e gozás de vosa altura/ e vedes a longa terra/ de Bergantiños tendida/ no chan dos antigos celtas./ O fin, despois de ben tempo/ volvo a ver na cume recia/ cal branca pomba pousada/ a vosa casiña leda”.

Luis Ángel Bermúdez Fernández