Una luz resplandeció

La 1ª lectura de la Misa de hoy, del libro del profeta Isaías, manifiesta que dos tribus –las de Zabulón y Neftalí-, al haber sido humilladas por el Señor, los habitantes de Judea se referían a ellas como la “Galilea de los Gentiles”. Aunque hasta entonces eran países que vivían en tinieblas y en sombras de muerte, el Señor se había propuesto ensalzarlas, de suerte que una intensa luz resplandeciera sobre aquellos lugares, de modo que, en lugar de tristeza, transpiraran alegría y paz.

San Pablo, al comienzo de esta 1ª Carta a los Corintios, exhorta a los cristianos a estar identificados entre sí, viviendo unidos, sin facciones entre ellos. Se había enterado de que algunos ponían su corazón en el modo de ser y de actuar de Apolo, mientras que otros se dejaban atraer más bien por Pedro o por Pablo. La doctrina del Apóstol es que nuestra actitud fundamental es la de ser discípulos de Cristo. En él y solo en él hemos sido nosotros bautizados. Por otra parte, ha sido Cristo quien ha enviado a Pablo a proclamar el Evangelio, de modo que lo hiciera apoyándose en su muerte en la cruz, en lugar de hacerlo con sabiduría de palabras.

A lo largo del Año Litúrgico, que ha comenzado con el Adviento, proclamaremos preferentemente los domingos el Evangelio de San Mateo. En él veremos que a menudo se muestra el cumplimiento de los anuncios proféticos, en Cristo. En esta ocasión enlaza con el texto del profeta Isaías, proclamado hoy en primer lugar, para indicarnos que, con la predicación de Jesús en Galilea se cumple el envío de una luz refulgente a aquellas tierras que se encontraban en tinieblas y en sombras de muerte. Jesús elige para discípulos suyos a Pedro y Andrés, a Santiago y a Juan, para que cambiaran su dedicación de pescadores del lago de Genesaret por la de pescadores de hombres. Ellos responden en seguida; y, dejando las redes, siguen al Maestro, que evangeliza en Galilea y cura a los enfermos.

José Fernández Lago