V Lunes de Cuaresma: San José, esposo de la Virgen María

La confianza

En tiempo de Cuaresma, la fiesta de San José interrumpe el itinerario de los textos escogidos por la Iglesia como acompañamiento en la preparación para la fiesta de Pascua. Sin embargo, no es menor la ayuda que nos ofrecen las lecturas que se proclaman en la solemnidad de quien fue escogido por Dios para custodiar a sus personas más queridas.

Dios se fio del hombre justo y prudente, del carpintero de Nazaret, y le encomendó la tarea más sagrada de la historia, ser cabeza de familia de la casa de la Virgen nazarena y de su Hijo Jesús.

Pero si Dios demuestra su confianza en José, el hijo de Jacob, de la estirpe de David, también José confió en Dios y se abandonó a un designio misterioso, que no comprendía, pero al que dio crédito ante la llamada y la revelación interior que sintió.

Las lecturas bíblicas nos revelan los efectos que perciben y los frutos que dan los que confían en el Señor: “Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto” (Jr 17, 5). “Dichoso el hombre cuyo gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin (Sal 1).

Ambos textos concuerdan en los mismos frutos: quienes confían en el Señor y quienes meditan su ley se mantienen en lozanía esperanzada y dan frutos sazonados. No es fácil en estos tiempos mantenerse firmes en la fe ni abandonarse confiados. Mas el justo es quien confía en Dios, y quien permanece fiel se mantiene firme. “Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre” (Sal 124, 1).

El Evangelio dice de san José: “Como era justo…” Y del hombre justo dice el salmista: “El Señor es fuerza y escudo porque en él confía su corazón; se siente socorrido, y por ello su corazón se alegra, y le canta agradecido (Cf Sal 27). “Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor” (Sal 33, 20).

Cuestión:

¿Te fías de Dios? ¿Se puede Dios fiar de ti?

Ángel Moreno Buenafuente