«Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad».
Necesitamos vivir en la verdad para ser santos. Y la Palabra de Dios es un espejo donde podemos confrontar nuestra vida para saber si vivimos en la verdad. Y es tan maravilloso, tan sensacionalmente libre saber que se vive en la verdad, sin sombras, sin mentiras… transparentes ante Dios y ante los demás. Ven, Espíritu Santo, y úngenos en la verdad. Y desde esa profunda libertad de ser quienes somos ante Dios, danos el don de escucha y obediencia al envío que nos hace Jesús al mundo.
Hna. Glenda – Secuencia del Espíritu Santo https://youtu.be/4utgZ_iBNSs
Elena Fernández Andrés · https://twitter.com/poverellacm
A cinco días de Pentecostés, profundizamos en el don de ciencia, que nos enseña a vivir las cosas desde la fe. La pareja, pues, la forman la ciencia y la fe. El don de ciencia viene a potenciar la fe; pero no en lo referente a los contenidos en los que debemos creer -eso lo hace el don de entendimiento-, sino desde la Creación y las cosas que en ella suceden. Se trata de ver a Dios en todo lo creado, en todo lo que acontece. Verlo en las personas, en la historia, en los gozos y en las desgracias. Verlo también en la naturaleza, en sus criaturas, en los campos, en las flores, en lo bello, en lo bueno y… en lo que creemos malo.
Gracias al don de ciencia, podemos captar los signos de lo tiempos y los fermentos evangélicos presentes en todo lugar, incluso en las situaciones aparentemente más cerradas a la luz de la verdad. Este don hace que fructifique el esfuerzo de pensar, traza un camino para el que investiga y se hace preguntas, sostiene la paciencia, nos enseña a profundizar, alimenta el deseo de una formación adecuada, nos enseña a distinguir entre los discursos vacíos y aquellos mensajes que contienen semillas de verdad.
Hoy, en la cultura de lo efímero y lo superficial, necesitamos este don para nuestra vida familiar. El Espíritu Santo viene en ayuda de los padres para que guíen a sus hijos en los grandes interrogantes de la vida; y esto a través de las experiencias cotidianas y desde muy pequeños. La vida familiar se convierte, con Jesús en medio, en un lugar de educar nuestra conciencia y hacer de nosotros hombres y mujeres libres para crear, para amar, para alcanzar una vida plena. No apaguemos las preguntas de los hijos, sino busquemos con ellos respuestas que nos llevan a la Verdad. ¡Ven, Espíritu Santo! ¡Derrama en nosotros el don de ciencia que nos mantiene despiertos y eleva nuestra mirada a la altura de la dignidad de hijos de Dios!
Montse de Javier · Comunidade Caná