XVI Domingo del Tiempo Ordinario

Sin duda que las lecturas de hoy son una llamada para quienes tenemos el ministerio de pastorear a los fieles. Y cabe que nos surjan pensamientos un tanto críticos, por la distancia que se da entre lo que nos pide la Palabra y lo que somos.

El pueblo de Dios tiene derecho a exigir de sus pastores el testimonio ejemplar de ser reflejo del Buen Pastor. Sin embargo, solo Jesús es quien merece nuestra adhesión, y en quien poner nuestra confianza.

Los textos se pueden leer de forma moralista, y ser motivo de desafección a la Iglesia, por quienes en ella no somos coherentes. Pero esta lectura sería de horizonte muy corto, cuando quien nos invita a todos es Jesús: -«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»

La profecía adelanta la Providencia divina de proveernos de Aquel que será nuestro modelo, revelación suprema del amor de Dios: “Suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro”.

Dios no deja de cumplir su promesa, y aunque quienes estamos en medio de la comunidad como servidores del Evangelio no lleguemos a ser lo que debiéramos, Jesucristo no nos defrauda. “Por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz”.

El salmista nos ofrece la experiencia de confianza, y hasta de abandono. No solo porque nos acontezca lo que deseamos, sino porque quien nos cuida sabe dónde llevarnos, con mano suave. “El Señor es mi pastor, nada me falta”.

Tendremos razón en la posible desafección por el mal ejemplo de algunos pastores, pero si nos acompaña la fe, siempre tendremos a quien nos conduce a fuentes tranquilas, y repara nuestras fuerzas.

Muchos quizá están en sus días de descanso, momento propicio de personalizar la invitación que hace Jesús a sus discípulos, de retirarse a unos días de oración y de tranquilidad, para poder volver a la tarea.

Ángel Moreno Buenafuente