Desde la Escritura: Dispersión, y evangelización de Samaría

Con motivo de la lapidación del diácono Esteban, los judíos promovieron una persecución contra los cristianos. Entre los perseguidores estaba el joven Saulo, un judío del Asia Menor, que llevaba el mismo nombre que el rey Saúl. Esa persecución promovió el que muchos cristianos, a excepción de los Apóstoles, se dispersaran por otros lugares de Judea y que huyeran también hacia Samaría, proclamando la Palabra.

Precisamente a Samaría llegó Felipe, y se quedó en la capital, llamada también Samaria. Felipe realizó allí diversos signos, que el Señor le concedió hacer, y, al ver que expulsaba demonios y curaba lisiados, la ciudad se llenó de alegría. Simón el Mago le quiso comprar aquel poder a Felipe, a lo que este no accedió, sino que se lo reprochó. A raíz de esto, el querer comprar poderes espirituales se denominó “simonía” (por el nombre de Simón).

Los cristianos de Samaría pasan la noticia a la Iglesia de Jerusalén, que envía a Pedro y a Juan para confirmarlos en la fe, imponiéndoles las manos. La Confirmación viene a ser un complemento del Bautismo poco antes recibido.

Felipe, siguiendo las mociones del Espíritu, va por el camino de Gaza y evangeliza a un servidor de la Reina de Candaces, etíope él. Le indica que el pasaje del libro de Isaías del Siervo Sufriente, se refería a Cristo. En cuanto tuvo oportunidad, le bautizó y el uno y el otro siguieron su camino.

José Fernández Lago