Luz para las naciones

Hoy es la fiesta de la Epifanía, de la manifestación del Señor a los pueblos gentiles, por medio de una estrella. La palabra de Dios llega a los habitantes de Jerusalén, para indicarles que, aunque la oscuridad invade la tierra, la gloria del Señor amanece sobre el pueblo creyente de Israel. Los pueblos gentiles se dejarán guiar por la luz del Señor, y los reyes caminarán al resplandor de su aurora. Irán con camellos y dromedarios los de Madián y de Efá, y los de Sabá, ofreciendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor.

San Pablo, al escribirle a los Efesios, menciona un misterio oculto hasta ahora, y revelado en sus tiempos, merced a los apóstoles y profetas. Consistía en que, quienes no conocían al Dios vivo, y habitaban por ello en tinieblas y sombra de muerte, pasaron a gozar de la acogida de Dios, al ser miembros del cuerpo de Cristo y coherederos con el Israel creyente.

Unos Magos de Oriente, al ver una estrella desconocida, interpretan que había nacido un rey. Se ponen en camino, siguiendo la estrella, para adorar a ese niño, rey. Le preguntan al rey Herodes dónde ha nacido ese rey. Herodes convoca a los escribas, que le indican que, según el profeta Miqueas, debía nacer en Belén de Judá. Ellos se dirigen a Belén, adoran al niño y le ofrecen oro, incienso y mirra. Un ángel del Señor se les aparece y les recomienda que vuelvan a su tierra sin pasar por el palacio de Herodes.

José Fernández Lago