Todo cuanto tengo y soy, ¡tómalo!

«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. 

A veces, vemos nuestra vida y nos parece que podemos ofrecerte muy poco para tanta necesidad que hay de Ti, Señor. Cinco panes y dos peces, ¿qué es eso ante cinco mil? Pero en tus manos, nuestra pequeñez se convierte en abundancia e incluso sobra.«Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Sí, Señor, que nada se pierda. Todo cuanto tenemos, los dones que Tú mismo nos has dado, tómalo, para Ti, para tu servicio, para tu Gloria, para nuestros hermanos.

JésedAquí hay un muchacho https://youtu.be/vjHGJoML1gk

Elena Fernández Andrés · https://twitter.com/poverellacm

 

Me han comentado varias personas que, cuando salen de casa al supermercado o a la farmacia, notan miedo en la gente. El Coronavirus ha llenado de miedo nuestras calles, nuestras casas… y nuestro corazón. Hay una prudencia buena, un respeto a las normas, un cuidarse y cuidarnos en este tiempo de confinamiento. La tele tiene su anuncio: “Quédate en casa“.  Y, a la vez, hay una proclamación del Evangelio, la Buena Noticia de la Pascua que resuena cada día en nuestro interior. Un mensaje insistente de Jesús es: “No tengáis miedo“. “Mirad mis manos, mis pies, mi costado. Soy yo“. Los fantasmas dan miedo. Cristo resucitado aparece como el Viviente. Y así quiere que le consideren; no como un fantasma. El Resucitado es la derrota del miedo. “No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa al temor” (1Jn 4,18). Los testimonios que vemos estos días: sacerdotes que se acercan a acompañar a un moribundo, médicos que han entregado su vida, sanitarios contagiados, auxiliares que se encierran con sus abuelitos, nos hablan de que el miedo únicamente puede ser superado por un amor más grande, amor que da la vida, amor de entrega, de compromiso, derramado en nosotros por el Espíritu de Aquel que ha vencido a la muerte. Nos espera un camino al lado de Jesús: tendremos que salir a la normalidad de nuestros trabajos, de nuestras relaciones, volveremos al templo… y Jesús Resucitado nos mostrará su presencia.

La Palabra de hoy nos señala de nuevo la misión: “Dadles vosotros de comer“. Nos muestra nuestra pequeñez, nuestros imposibles… y Dios que va delante y hace el milagro. Hoy el milagro es sacudirnos el miedo. Mirad, ¡soy yo! No soy un fantasma. Sacudirnos el desánimo, el decaimiento, y animar a otros. Cada cristiano es sacerdote, profeta y rey. El mundo necesita de tu presencia y de tu ser sagrado; porque se muere de hambre, de miedo, de tristeza, de vacío. Seguir a Jesús es preguntarme hoy, aquí en casa, en mi encierro: ¿Estoy alimentando a alguien o alimento solo mi miedo, mis incertidumbres? ¿Vivo atento a otros o solo entretenido, matando el tiempo? Escucha la voz del Señor: ¡Ánimo! Yo he vencido al mundo.

Montse de Javier · Comunidade Caná