? Diario de un peregrino: razas

Querido diario: la composición de  nuestras comunidades ha ganado en razas de colores, acentos variados y perspectivas distintas. En las parroquias sucede lo mismo. El tono amable y musical (ellos dirían algo parecido de los gallegos) de los venezolanos, cubanos, ecuatorianos, peruanos, etc., sumado a la riqueza narrativa argentina, junto a la emoción africana enriquecen la Iglesia con la frescura de una práctica cristiana fiel.

Desde fuera, constatan con asombro que, el fervor de la fe europea que un día se extendió por su patria natal, ha quedado olvidado en los libros de historia. Quedan restos de costumbres ancestrales (los bautizos se parecen a ritos iniciáticos de Rey León; algunos padrinos, a figurantes, con más ganas de “chupar cámara” que de confirmar su fe; las primeras Comuniones aparentan homenajes a la infancia y las bodas, cuentos de hadas).

En medio de ese bosque multicolor, queda gente muy buena. Cristianos auténticos que, sabiéndose pecadores y lejanos, agradecen el testimonio sincero del buen ejemplo o una pincelada de formación doctrinal. Personas que se vuelcan con la parroquia sin esperar nada a cambio. Unos, con deseos de comulgar, de ayudar a los necesitados, de rezar, de sostener el patrimonio… Otros, “simplemente”, aportando “oxígeno” espiritual desde su tarea cotidiana y su familia. Caben todos en la “raza” de los hijos de Dios.

Manuel Á. Blanco