Decía San Agustín en sus Confesiones que el juicio humano mide, por las propias costumbres, las de todo el linaje humano y recordaba que la vida de cada uno en la tierra es breve; que no alcanza su conocimiento o sentido para poder comparar las razones de los siglos pasados y de los pueblos extranjeros, de los que no conoce por experiencia lo que ellos han experimentado.
Esta semana pasada la prensa generalista mencionaba a un grupo de escuelas católicas canadienses buscando la reconciliación con los pueblos indígenas, tras el hallazgo en terrenos de antiguos internados para niños indígenas de 1.200 tumbas sin marcar. Estas escuelas decidieron expurgar sus bibliotecas eliminando la obra gráfica de autores como Hergé, Goscinny, y otros.
La educación en el mundo está en permanente cambio y lo que ayer se consideraba bueno, en las circunstancias actuales puede no serlo. Todavía la gente que estudiaba en Santiago en los años 70 del siglo pasado recuerda lo importante que era que los castigos escolares no llegaran a ser conocidos en casa, para evitar la doble ración de castigo de los padres, en muchas ocasiones de carácter físico. Pues la mayoría de los padres creía que la letra con sangre entra. En la literatura existen numerosos casos de situaciones en que la educación ha fallado; y no sólo para los indígenas.
Charlotte Brönte y su familia quedaron impactados del cierre del internado en el que las niñas de la familia habían estudiado debido a la publicación de Jane Eyre. El hambre era una de las situaciones que causaba las epidemias y este internado sufrió muertes por esta causa. También existen numerosos escritos de Concepción Arenal haciéndose eco de lo poco que se invertía en instrucción y educación que pueden consultarse en la Biblioteca Cervantes. En 1908 en Canadá se publicó un libro titulado Ana de las Tejas Verdes, sus primeros capítulos se dedican a explicar cómo una niña huérfana y blanca, de un orfanato estatal es enviada a una granja para trabajar y ser educada. En este caso la historia acaba bien, pero es de suponer que no todos los niños enviados a granjas eran tratados como correspondía a su situación de niños sin padres.
En definitiva, venga de donde venga la petición de destrucción de libros, eso no enriquece. La humanidad sólo puede avanzar si ve los errores que la literatura recoge y trata de buscar solución a los nuevos retos que se presentan. Desconocer el pasado nos hace caer en sus mismos errores. El hecho de que un libro considere desde sus costumbres vivenciales que algo era malo o bueno, es un material que permitirá a las nuevas generaciones aprender y valorar los hechos y por tanto avanzar en el bien común.
Lo que hoy está a disposición de todos a través de la lectura y la educación que hemos recibido para aprender nuestras primeras letras no debe no perderse. Y en muchos casos, ha sido la Iglesia quien las acercó a las poblaciones indígenas, a los pobres, a las niñas…no hay más que ver todos los colegios que se originaron a partir de fundaciones católicas en Santiago de Compostela
MAJOLU