Carta de D. Julián a los diocesanos para preparar la Navidad

Solemnidad de la Inmaculada 2020

Preparando la Navidad

Queridos sacerdotes, miembros de vida consagrada y laicos:

En la Solemnidad de la Inmaculada, vislumbrando ya la Navidad y la Apertura del Año Santo Compostelano, quiero haceros llegar una palabra de ánimo y de esperanza en medio de las nuevas iniciativas pastorales que han ido surgiendo durante este tiempo. Conozco las inquietudes que se están viviendo en la labor catequética, en la celebración de la Eucaristía, en la administración de los sacramentos, en la predicación de la Palabra de Dios, en la celebración de las exequias, en el acompañamiento de las familias que están perdiendo a sus seres queridos y en la preocupación por las desfavorecidos, deseando poder tener una mayor participación en la celebración dominical y revitalizar el encuentro personal pastoral.

Pero en estas circunstancias no debemos caer en la pasividad ni en la indiferencia, suprimiendo o posponiendo nuestros compromisos pastorales sino tratando de transformar la realidad en que nos encontramos. Otros modos son posibles según la actuación de Cristo plasmada en el Evangelio. ¡Fijémonos en Él! Viéndonos desvalidos y sin méritos propios hemos de acudir humildemente al Señor compasivo para que venga en nuestra ayuda y recuperar de esta manera la tensión necesaria para mantener la confianza y la creatividad necesarias. La liturgia del Adviento fortalece nuestra esperanza. Baste recordar al profeta Isaías, al precursor Juan Bautista y a la Virgen María, tres referencias claves para interpretar en estos momentos la situación que nos toca afrontar con un acento profético.

Isaías nos dice: “Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: “Aquí esta vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega  con poder  y con su brazo manda. Mirad,  viene con el su salario y su recompensa los precede” (Is 40, 9-11), pues esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en la que habite la justicia (cf. 2Pe 3, 12). Juan el Bautista nos llama a la conversión, al cambio radical de mentalidad, de corazón y de actitudes, y a un estilo de vida en austeridad como una verdadera exigencia social para responder a las necesidades de tantas personas necesitadas. La Virgen del Adviento, la Inmaculada nos recuerda el “Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1,37), porque lo que nosotros vemos como imposible para Dios no lo es. La pandemia nos ha colocado en la experiencia de la fragilidad personal y social mostrándonos que somos vulnerables. ¡Cuántas preguntas nos surgen en nuestro interior y en nuestro entorno! Tenemos que guardar muchas cosas en nuestro corazón y tratar de comprenderlas a la luz de la Palabra de Dios. Esta fue la actitud de María. Su condición de llena de gracia no le ahorra el desconcierto. Ella se turbó ante las palabras del ángel que le dijo “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 23) y preguntó: “¿Cómo será esto, pues no conozco varón”? (Lc 1,14). Pero siempre da paz sabernos en los planes de Dios. Las gotas de fe que están en todas partes nos ayudan a recorrer el camino e interpretar la voluntad de Dios. El Señor estuvo con María y está con nosotros, por eso hemos de alegrarnos. En el Adviento percibimos que necesitamos a Dios, dándonos cuenta de nuestra limitación y viviendo en esperanza sobrenatural. Dios vino y vendrá para armonizarlo todo: “Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. Y dijo al que está sentado en el trono: Mira, hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 4-5). En la esperanza sobrenatural hemos de vivir las otras esperanzas de cada día que dependen de ella, concienciándonos de que la verdadera vida no es ésta, surcada por tantas limitaciones, sino la eterna. También esto se nos recuerda, urgiéndonos a vivir en vigilancia y fidelidad.

Revitalicemos nuestra espiritualidad a través de una actitud ascética conforme a la vocación a la que hemos sido llamados. La oración, la meditación, la participación en los sacramentos y el desvivirse por los demás nos ayudarán a preparar el camino a la salvación que nos está viniendo.

Os saluda con fraternal afecto y bendice en el Señor.

+Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela