Querido Apóstol Santiago:
Pocas veces es tan grande el honor de recibir en este humilde Monasterio la presencia directa de un amigo de Jesús y Patrón de las Españas como canta tu Himno. Nadie como Tú, Santo adalid, conoce las dificultades y la tremenda dureza de estas tierras que tantos quebraderos de cabeza te hicieron sentir.
Los momentos presentes son también de terrible dificultad para nuestra fe, siempre amenazada por un laicismo feroz que acecha en todas las esquinas. Son momentos difíciles también para nuestra pequeñísima comunidad de benedictinas cuntienses acosadas por la vejez , la enfermedad y la escasez de vocaciones.
Por ello te pedimos que tu presencia hoy aquí sirva de aliento y bálsamo para todos los enfermos de este pueblo de Cuntis y en especial para nuestra querida Madre Cecilia, que aumente las vocaciones y que al igual que las palabras que a ti te dirigió la Madre de Jesús a orillas del río Ebro, esta visita insufle en nuestros corazones y en nuestra alma la valentía necesaria para no desfallecer nunca en el camino de la Fe.