En este segundo viaje apostólico, Pablo llega por primera vez a Corinto. Esta ciudad, a la que acaricia un canal, se encontraba en el Peloponeso.
Al llegar a Corinto, Pablo se encontró con Áquila y Priscila. Habían llegado allí de Roma, expulsados, como los otros judíos, por el emperador Claudio. Tenían la misma profesión que Pablo, la de teejedores de lonas, Durante algún tiempo, Pablo realizó aquel tipo de trabajo; pero, en cuanto llegaron de Macedonia Silas y Timoteo, se dedicó por completo a la predicación. Hasta entonces solo los sábados, en la sinagoga, trataba de convencer a judíos y gentiles de que Jesús era el Mesías y el salvador del mundo. Al no encontrar demasiada acogida en los judíos, en adelante, se dirigió a los gentiles. Pasó a residir en casa de Tito Justo, cerca de la sinagoga. El archisinagogo Crispo se convirtió al Señor, con toda su familia, de suerte que, siguiéndole a él, muchos corintios se bautizaron. Pablo, escuchando lo que el Señor le decía, que estaba a su lado, se quedó en Corinto un año y medio, enseñando la palabra de Dios.
Siendo Galión Procónsul de Acaia, un grupo de judíos llevaron a Pablo ante el tribunal, acusándole de dar a Dios un culto desacorde con la Ley judía. Galión, al ver que sus problemas eran propios de la religión que profesaban, mandó despejar el tribunal. Ellos cogieron al archisinagogo y le golpearon.
Pablo se embarcó con Áquila y Priscila. Estos se quedaron en Éfeso, y él aprovechó para hablar de Cristo a los judíos. Desde allí, se fue por mar a Cesarea Marítima, sede del Procurador Romano; y, después de saludar a la Iglesia, culminó su segundo viaje yendo, desde Cesarea, a Antioquía de Siria.
José Fernández Lago