La Sra. Remigia maneja mensajes catastrofistas. Nadie sabe si ella es así, un poco ceniza, y los atrae como un imán o, en realidad bebe de alguna fuente “fiable” que, echando cuentas sobre la deriva del mundo, proyecta la trayectoria de la humanidad hacia el futuro y acierta con la profecía. Plagas, calamidades, apocalipsis, pruebas… y esperanza final. Si acierta, quedaremos con un palmo de narices. Tal vez muramos antes…
Nadie la desprecia, pues todos la llaman “Remi”, apocopando. Pero resulta imposible seguirle el paso sin venirse abajo. Llama a la puerta de la depresión con una incansable tenacidad. Por eso, para dormir tranquilos, hay quien prefiere vivir al día. Riéndose un poco del gato negro que se cruza, del cuervo que asalta el campo de “millo” o del portal 13 al que acceder bajo las escaleras de un andamio. Llevar detrás a la Guardia Civil impone pero ayuda.
Cada suceso puede adoptar el cariz de presagio. Porque la Providencia comunica su cariño al ser humano de una y mil formas: le advierte; le previene; le acompaña…Pero al terminar un año y comenzar otro, toca hacer balance y propósitos, más que auspicios y vaticinios. Admiro la osadía de quien timbra a los portales para anunciar su Evangelio. Aunque me quedo con la tarea de parroquia: oración, catequesis, festival de Navidad, Cáritas, sacramentos, Palabra de Dios, cuidar patrimonio… Ahí está mi revelación.
Manuel Á. Blanco