Diario de un peregrino: cementerios

Querido diario: cuando el peregrino pasa junto a un cementerio, el sagrado terreno suscita en su espíritu un manantial de sentimientos. En el Camposanto yacen un montón de historias que se niegan a ser sepultadas. El pasado día de difuntos, leía en la prensa el homenaje al “Médico Rodríguez”, como se conocía en A Coruña a José Rodríguez Martínez, un médico nacido en 1856 que dejó una profunda huella en la ciudad herculina. Sin horarios, sin importar honorarios, sin acepción de personas.

Vecino del barrio de Monelos, estudió Medicina en Santiago y viajó por Italia, Francia, Suiza y Alemania para completar su formación. Decían que no fue un alumno “lumbrera” pero tampoco ningún “lumbreras” dudó nunca de su pasión por atender a los enfermos. Idea un sanatorio para el antiguo Lazareto de Santa María de Oza y otro en la calle de San Andrés. Intenta organizar la beneficencia a domicilio y el Patronato de la Caridad. En 1883 se desplaza a Valencia para ayudar en la epidemia de cólera.

Hizo sus pinitos en política y periodismo. En una conferencia que tuvo lugar en el coruñés Teatro Rosalía de la ciudad herculina, allá por el año 1903, se juntaron: el Rector de la Universidad de Salamanca, doña Emilia Pardo Bazán, Miguel de Unamuno y el Médico Rodríguez, entre otros. El doctor “pinchó” al escritor vasco y éste proclamó: “la fe no ha muerto; podrá morir el dogma, pero no la fe, que es la fuerza motriz del hombre”. Por Dios, unas conversaciones del “mismito” nivel que ahora…

Seguro que un cementerio también tiene historias trágicas y necesidad de arrepentimiento. Pero las vidas que inspiran llegan más lejos.

Manuel Á. Blanco