Recién llegados a un nuevo lugar (destino laboral, vacacional, residencial…) las personas se dan un tiempo para conocerse. La “escuela” gallega es de las mejor posicionadas respecto a la prudencia y al “no mojarse” hasta haber conocido e, incluso, “estudiado” a los nuevos vecinos, inquilinos o compañeros de trabajo. Dicen que en Galicia se tarda en hacer amigos e intimar pero que, una vez logrado, el vínculo es fortísimo.
A nadie le extraña que exista una desconfianza inicial en cualquier tipo de relación. Mucha gente se presenta como “gatos escaldados”, con la frustración de haber sido defraudados por alguien. La familia amiga de un sacerdote preguntaba a éste con relativa frecuencia al año de estrenarse en su nueva parroquia: “¿Ya le han invitado a comer en alguna casa?” Calculaban con ese “termómetro” la “temperatura” de su integración.
Puede haber “mesas” de mero cumplimiento (algunas cenas de empresa, banquetes de boda, fiestas de cumpleaños…) pero la Eucaristía y el Belén no se encuadran en ellas. Éstas sí expresan un sincero y profundo deseo de comunión. Después de años de trabajo juntos, un compañero llevó a su casa al colega de fatigas; su relación daba, así, un salto cualitativo. En otros casos, reciben a las visitas en la puerta sin dejarlas entrar.
Manuel Á. Blanco