Hoy he salido temprano. Voy con un peregrino andaluz: “Ya penzaba uzté que lo andaluze dormíamoh tó er día nomáh, ¿a que zí?” Me dijo con ese acento que espanta las penas y el aburrimiento. Aun así se atrevió con un tema complicado: las cifras de 2020 sobre los suicidios en España: Casi 4000 personas (11 al día; una cada dos horas). El 74% son varones y el 26%, mujeres. Ya es la principal causa de muerte no natural en nuestro país.
Las cifras reflejan un incremento del 7,4% respecto al año anterior. Mi compañero de Camino destacaba que, teniendo los andaluces fama de alegres, no se libran. La “resaca” tras la pandemia está haciendo estragos: cabeciñas y economías “tocadas”. No basta dedicar dinero a campañas de prevención ni ocultar los datos sólo para no “levantar la liebre”. Un faro importante debería volver a brillar: el del sentido de la vida.
La sociedad que nos promete todas las comodidades y placeres, no llega a todos y nos “aparca” en soledades no deseadas. Las máquinas suplen a trabajadores de centralitas, supermercados, bancos y empresas… “Compañías” que fracasan en “acompañar”. Nos deshumanizamos cuando rechazamos el esfuerzo de cariño que requiere ser humanos. El aumento de la deuda pública o pasar de curso con suspensas no favorece.
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Dónde vamos… a comer, como decía alguno…? La fe afirma lo que intuye la mente: que sólo el Amor es tan creativo como para obsequiar un mundo; y que la Iglesia es calor de hogar.
Manuel Á. Blanco