Los movimientos migratorios no han cesado. En la naturaleza existen mil cientos de casos. Memorable aquel Christian Moullec, quien realizó un vuelo en ultraligero para enseñar a los gansos la ruta desde el sur de Francia hasta el Círculo Polar Ártico. Las personas, habitualmente, quisieran quedarse en sus tierras natales, pero han de salir en busca de una vida mejor. La persecución de la Iglesia provocó la expansión de la Buena Nueva.
¡Cuántos relicarios nos informan del testimonio valiente de los primeros cristianos! En la época actual, parece que la fe se debilita, se resquebraja y corre peligro de extinguirse, convirtiéndose también en “reliquia” de otros tiempos. Pero, a la vez, las Misiones, la Evangelización, el apostolado, parecen rejuvenecer y ganar frescura entre migrantes pues éstos viven sus convicciones de modo coherente, sin cortarse, a gusto.
El Cardenal venezolano, Mons. Baltazar Porras, acaba de entregar una reliquia de su paisano, el beato José Gregorio Hernández, a cada diócesis gallega. Muchos emigraron a Venezuela. El médico subido ahora a los altares, estudió en Caracas y algo en Europa. De un país rico en petróleo, ha partido gente que asombra por su preparación, modales elegantes y riqueza espiritual… “De lo que era nuestra ruina, has hecho tu pueblo, Señor”.
Manuel Á. Blanco