Dios acompaña en el camino

La 1ª lectura de la Misa de hoy, presenta al Señor alentando la esperanza del pueblo creyente, que vuelve del exilio, y que se dirige a la Tierra Prometida. A pesar de la sequedad del camino y de su condición adusta, y de las estrecheces que habían de soportar en ámbitos muy diversos,  Señor llena de esperanza a cuantos confiaban en Él. Las palabras del Señor, que proclama el profeta, no dejan lugar a dudas: Él abrirá un camino por el desierto, y hará surgir regueros de agua en el yermo.

San Pablo dice a los Filipenses que su vida no tiene sentido al margen de Cristo. Lo explicita manifestando que las delicias que uno puede encontrar en esta tierra, son para él como basura, en comparación con el conocimiento y el amor que tiene a Jesús. La aspiración fundamental del Apóstol se concreta en estar estrechamente unido a Jesucristo, por medio de la fe en él. Habiendo muerto y resucitado con Cristo en el bautismo, espera llegar a la meta, que es la vida definitiva “en Cristo Jesús”, que el Padre le concederá, una vez concluido el camino de la vida. .

Un grupo de personas le acercan a Jesús, en contra de su voluntad, a una mujer a la que acusaban de adulterio. Le preguntan al Maestro qué hacer con ella, pues la Ley mosaica mandaba que lapidaran a las adúlteras. Jesús responde de modo indirecto, involucrando a los acusadores: quien esté sin pecado, que le tire la primera piedra. Entonces unos y otros se marchan, comenzando por los de más edad. Jesús le pregunta a ella si nadie la ha condenado, y añade: Tampoco yo te condeno, pero no vuelvas a pecar.

José Fernández Lago