- “Amaba profundamente a la diócesis a la que ha servido con gran generosidad y fidelidad”, dijo el arzobispo
Monseñor Julián Barrio, arzobispo de Santiago, presidió esta tarde la Solemne Misa Funeral por el eterno descanso de don Víctor Maroño, vicario general de la Archidiócesis compostelana y canónigo doctoral de la Catedral. “Amaba profundamente a la Diócesis a la que ha servido con gran generosidad y fidelidad”, dijo D. Julián en una sentida homilía refiriéndose al sacerdote fallecido. “Su hondura humana, su capacidad de discernimiento y su preparación le llevaron a comprender la realidad que le tocó vivir, poniendo sus talentos al servicio de la fe y del ejercicio de las tareas pastorales, como generoso servidor del Evangelio y de la Iglesia”, añadió el arzobispo. El funeral “corpore insepulto” contó con la presencia de la familia del fallecido y congregó a un centenar de sacerdotes. Concelebraron con el arzobispo su obispo auxiliar, monseñor Francisco José Prieto; el obispo de Tui-Vigo, monseñor Luis Quinteiro; el obispo de Astorga, monseñor Jesús Fernández; y Antonio Maroño hermano religioso del vicario fallecido.
Al comienzo de la Santa Misa se encendió el Cirio Pascual, símbolo de la Resurrección, y durante la celebración el féretro estuvo recubierto por la casulla, sobre la que se depositaron los Santos Evangelios. Al acabar el funeral, el cuerpo de don Víctor Maroño recibió sepultura en el Claustro de la Catedral.
También se unieron a las exequias numerosos diocesanos pues, como afirmó el arzobispo, “don Víctor hombre de afectos silenciosos y entrañables, presencia viva en el entramado de la diócesis, ha sido una persona muy querida. Le queríamos y nos quería. Han sido muchas las horas dedicadas en silencio laborioso a los diocesanos que encontraron en él la luz orientadora de su consejo lejos de la actitud funcionarial del programador inteligente”.
Monseñor Barrio dijo del fallecido que “era consciente de que la virtud hace a uno feliz en esta vida y recordado en la muerte” y aseguró que “nos queda el recuerdo de su condición de servidor fiel y solícito en las responsabilidades de gobierno y en sus trabajos pastorales en las parroquias”.
Don Julián recordó el “largo y rico historial” de don Víctor Maroño “al servicio incondicional de la Diócesis, actuando siempre con sobriedad y siendo preciso y certero en sus apreciaciones, lejos de protagonismos estériles” e indicó que el vicario general fallecido “sabía que el ruido no hace bien y el bien no hace ruido”.
Su muerte, explicó, el arzobispo “es una pérdida dolorosa para su familia y la comunidad diocesana. La vivimos con dolor, con fe y en providencia de Dios”, para añadir que “doy gracias a Dios por el don de este sacerdote benemérito. La gracia que Dios ha transmitido por su ministerio sacerdotal, pedimos que se haga fecunda en él para plenitud de su persona, y para santificación última. Dejamos con paz y con esperanza el destino de nuestro querido hermano en las manos bondadosas y divinas del Padre que perdona todas nuestras culpas, cura nuestras enfermedades, rescata nuestra vida de la fosa y nos colma de gracia y de ternura”.
Monseñor Barrio tuvo palabras de cariño hacia la familia de don Víctor Maroño, “que tan cercanos habéis estado siempre a él”, así como a “quienes le habéis ayudado en la realización de su ministerio sacerdotal y a quienes estáis participando en estas exequias”. También hizo partícipes a los presentes en el funeral de las condolencias recibidas por “muchas personas”, entre ellas D. Antonio M. Rouco, D. Ricardo Blázquez, D. José Diéguez y D. Leonardo Lemos. Entre los fieles presentes se hallaba el arzobispo emérito de Tánger, monseñor Santiago Agrelo. También acudieron a la catedral el alcalde de Santiago, Xosé Sánchez Bugallo, y el regidor de Ordes, José Luis Martínez Sanjurjo.