El arzobispo pide a los fieles estar cerca de sus sacerdotes con la oración y el afecto, especialmente en las dificultades

  • El arzobispo presidió la fiesta de San Juan de Ávila, en la que se homenajeó a los curas que cumplían sus bodas de platino, diamante, oro y plata

El arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, presidió hoy en la Iglesia de San Martín Pinario la solemne Eucaristía con la que el clero diocesano festejaba a su patrón. San Juan de Ávila, recordó en su homilía el arzobispo, “decía que hemos de pisar por donde Cristo pisó, porque no se evangeliza con estrategias, métodos, acciones, sino que los que evangelizan son personas que adoptan un determinado estilo de vida que es la que verdaderamente evangeliza”. Numerosos sacerdotes concelebraron la Eucaristía con el arzobispo, a quien acompañaba también su obispo auxiliar, monseñor Jesús Fernández. También estaba presente monseñor Juan Antonio Aznárez Cobo, obispo auxiliar de Pamplona y Tudela, quien previamente había impartido una conferencia en el Aula Magna del Instituto Teológico Compostelano (ITC). Monseñor Barrio pidió a todos los fieles: “sabede agradecer a Deus, e sobre todo sede próximos aos vosos sacerdotes coa oración e co afecto, especialmente nas dificultades, para que sexan cada vez máis Pastores segundo o corazón de Deus”.

“San Juan de Ávila”, comentó monseñor Barrio, “fue un enamorado de Jesucristo, dejándose amar por Él. Evangelizar no es otra cosa sino contagiar esa relación de amor. Pero fue también un enamorado de la gente, reflejando el amor de Dios para con todos” El arzobispo indicó también que “su vida y su tiempo es para los demás. Se interesa por la vida espiritual porque sabe que sin Dios no somos nada. Decía de él Fr. Luís de Granada, “no era suyo, sino de aquellos que lo habían menester”. Se desvivió expropiándose de sí mismo. Vivió lo que predicaba”.

El arzobispo compostelano afirmó que la vida de San Juan de Ávila estuvo llena de coherencia: “Sus palabras iban acompañadas con las obras, siendo admirable su coherencia de vida. La pobreza y el acercamiento a los pobres con austero estilo de vida son necesarios para una efectividad evangelizadora. No concibe la misión sino en fraternidad con otros sacerdotes y laicos, creando comunión en su entorno. Nos sorprende la cantidad y diversidad de vocaciones laicales, consagradas y sacerdotales que promueve. Fue un auténtico Maestro de santos, definiendo la formación permanente como un dejarse formar por Dios a través de los acontecimientos de la vida, sobre todo por el ejercicio del  ministerio, buscando siempre la voluntad de Dios con una disponibilidad plena para cumplirla”.