El hombre no es capaz de salvarse

El profeta Isaías muestra al Señor que viene anunciando la paz y tratando de que la gente no tema, pues Él se hace cercano, al venir a salvar al hombre. El profeta lo describe como una recuperación de lo que él había creado, de suerte que broten manantiales en el desierto, que el páramo se vuelva un estanque, y el suelo necesitado de agua se convierta en un manantial. De todos modos lo más importante de la obra de Dios es que Él hará que los seres humanos recuperen la vista, el oído y el habla.

El autor de la Carta de Santiago exhorta a la comunidad de Jerusalén a no hacer distinción de personas tratando de atender a los más pudientes mejor que a quienes no lo son tanto. Quiere evitar esa tendencia natural a ser más delicado con quienes tienen más posibilidades. Aporta el ejemplo de lo que ha hecho el Señor, que ha elegido a los pobres de este mundo para hacerlos ricos en la fe y que fueran así por el camino de la vida.

El Señor, buscando a las ovejas que él quiere apacentar, camina por Siria, Galilea y la Decápolis. Al presentarle a un sordo, que apenas podía hablar, intenta llevar a la práctica lo que el profeta Isaías anunciaba. Al curar al sordo, la gente ve que se cumple en Jesús lo anunciado, y exulta, llena de gozo, al ver que ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos.

José Fernández Lago