En la sacristía de la pequeña iglesia de Vilastose, en Muxía, hay escondido un pequeño tesoro de unos 100 años de antigüedad. Se trata de un fresco pintado sobre la puerta de entrada a la sacristía, que simboliza el Martirio de San Ciprián.
Elaborado en tonos ocre, probablemente con pinturas a base de productos naturales, a día de hoy está bastante aguada, aunque se conserva en un estado bastante bueno.
Hubo en su día más pinturas en el interior del templo, aunque se perdieron tras el desplome de la bóveda principal. Eran, en este caso, policromadas y con simbología celestial.
Las ilustraciones son obra del que apodaban el «cura sabio». José Díaz Arosa, que falleció a principios de la década de los 30, tenía amplios conocimientos en medicina, por lo que muchos parroquianos acudían a él para tratarse de sus dolencias o para que les recomendase algún remedio para ellas.
Enterrado justamente frente al templo, fue a su vez promotor de la ampliación del mismo.
El cura sabio fue párroco de Vilastose durante unos dos decenios, por lo que se estima que las pinturas podrían ser de finales de los años veinte o principios de los treinta. Constan, de este modo, con cerca de un siglo de antigüedad
Además de la buena mano del sacerdote en lo que a dibujo se refiere, los vecinos recuerdan también su buen hacer escultórico. De hecho, antes de que se desplomase la bóveda, además de los motivos celestiales, había también varios ángeles que habían sido tallados en relieve.