El origen de las campanas de la Costa da Morte

  • Cada una es hija de su tiempo, y también de los grandes maestros gallegos

El de las campanas de iglesias y capillas es un patrimonio que suele pasar desapercibido. Al menos, no tanto como elementos arquitectónicos y escultóricos. Los ocasionales robos, roturas o -cada vez más- automatización recuperan la atención en objetos que son «parte da historia do lugar», como explica Xosé Troiano, que prepara dos libros sobre este tema: uno sobre los fundidores, con Estanislao Fernández de la Cigoña, y otro sobre las de la Costa da Morte. Ha documentado ya una decena, y además coordina un grupo en una red social que trata precisamente sobre las campanas.

En las 157 parroquias de la Costa da Morte hay cerca de 300 templos, cada uno con sus correspondientes campanarios. ¿Hay un patrón común? No. Ni siquiera se sabe siempre quién la hizo. «Hai unha gran diversidade de campás fundidas en moitos lugares da Península. Non se podería dicir que se segue unha liña unitaria, entendendo isto como que foron traballo de un ou dous fundidores as que as elaboraron. É verdade que moitas son anónimas: non teñen sinete (marca de fábrica), onde o autor deixa plasmado a súa firma, e tampouco queda constancia nos libros de fábrica das parroquias. Moitas veces, queda escrito que se lle pagou ó campaneiro ou mestre fundidor, sen dicir de onde era ou como se chamaba», explica Troiano.

Tampoco hubo un fundidor de referencia, como los míticos hermanos Ocampo en Arcos da Condesa, los Liste de Orazo, los Blanco Palacio de Mondoñedo, los Blanco de Monforte o De la Sota en Lugo. A la comarca, dice el experto, llegaron de Salamanca, Palencia, Braga, Cáceres, Lugo, Pontevedra y la gran cuna de Cantabria. «Cada unha é filla do seu tempo», añade, con diferencias importates en los siglos. Primero con letras en latín, después en Castellano y escasas en gallego (Carnota, Beba, Mazaricos).

También hay orígenes diversos, y curiosos, como las de los barcos hundidos, y en la Costa da Morte hay varias. Por ejemplo, la de la ermita de Santa Cristiña, en Berdoias, fue del Priam. O las de la capilla de Cumiáns, en Montemaior, son de origen ferroviario. Aleaciones de cobre y estaño que siguen haciéndose, ahora en Ocampo en Galicia, familias que se han ido perpetuando generación tras generación. No es que haya muchos templos nuevos, pero sí se rompen las existentes y hacen falta otras. Una muy interesante es la de Lema, en Carballo, con leyenda escrita curiosa. O la de A Vila de Abade, colgada de un carballo.

«Todas son interesantes», pero las de Anllóns suenan más

¿Hay unas más interesantes que otras? «Todas son interesantes», responde Troiano, pero hay algunas que suenan más que otras. Y no sol por el sonido, que igual sí, sino por el eco poético que le han dado autores de relieve. Como las de Bastavales, cantadas por Rosalía, o las de Anllóns, en la voz de Pondal. Sobre estas existe un detallado estudio de Fernández de la Cigoña y el propio Troiano.

También destaca la campana mayor del monasterio de Moraime, en Muxía, por el hecho de que Melchor Ocampo, maestro fundidor de finales del siglo XIX y principios del XX, rompió con el modelo normal respecto a su decoración, alejándose de los cánones que identificaban su fábrica.

¿Seguirá habiendo campaneros que toquen esas campanas? «Todo parece indicar que son unha especie en extinción, pero como diría un, vense brotes verdes. Hai varios casos de xente nova que as toca».

SANTI GARRIDO

TRADICIÓN EN BRANDOÑAS (ZAS). Como en tantos sitios, la tradición de los sacristanes-campaneros es familiar. En Brandoñas, Zas, se encargó muchos años el marido de Virtudes López Núñez. Cuando falleció, siguió ella, y aún limpia la iglesia cada día, y eso que ya está cerca de los 90 años. Pero de tocar se encarga ahora José Suárez Jallas, de 65. Lleva unos cinco. Ya no puede subir al campanario, porque no pasa por el hueco, así que lo hace con cuerdas.

Fuente: La Voz de Galicia